Algo de paz

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Estaba en una pradera muy verde y llena de vida, con un cielo de un color celeste precioso. A decir verdad me recordaba bastante al mapa de un videojuego llamado Xenoblade.

-¿Dónde estoy? -pensé.

Miré a mi alrededor, y no vi nada ni nadie conocido. Solo más y más pradera.

-Bien -pensé-, estoy muerto o muy drogado... Quizá incluso ambas...

De la nada, vi frente de mi a todas las personas que amaba: mis padres, mi hermano, mi perra, tíos, abuelos... Corrí hasta ellos y los abracé.

-Están aquí -dije, con lágrimas en los ojos-. Realmente están aquí...

-Si -dijo mi madre-, somos reales.

-¿Entonces fue todo un sueño?

-No -dijo mi padre-, todo pasó de verdad.

-No importa, ahora estamos todos juntos, y bien.

-Si -dijo una de mis abuelas-... Pero todavía no es tu momento... No te podés quedar.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Ya lo vas a entender. -dijo mi padre.

Miré detrás de ellos, y vi a las familias de todos mis amigos, a gente que había conocido en algún momento, viejos amigos, conocidos, posibles rivales...

-Adiós... -dijeron todos a coro.

Antes de que pudiera responder todos desaparecieron.

-¡No se vayan!

El suelo bajo mis pies se abrió. De repente, sentí que flotaba. O mejor dicho, que caía desde muy alto. Luego, todo se llenó de un resplandor blanco, y cerré los ojos.

Todo negro de nuevo, pero esta vez estaba acostado. Tenía miedo de abrir los ojos, por eso moví mis manos antes que mis párpados. Con ellas sentí la superficie mullida y blanda del colchón sobre el que me encontraba.

Abrí los ojos. Estaba acostado en mi cama en mi habitación de la casa de Nico, en ese pequeño pueblo. Todo había sido un sueño. Esperé un poco para levantarme. Me sentía cansado, decaído, y tenía muchísima sed. Moví mi cabeza hacia la izquierda, y vi sobre mi mesa de luz una botella con agua.

Cuando extendí mi brazo para tomarla, sentí un dolor punzante en el lado izquierdo de mi espalda, más abajo de mi hombro.

-Agh... -gruñí.

-¿Huh? Oh -dijo Jula en vos baja-... Feliz regreso al mundo de los vivos... Seguís vivo, ¿no?

Ella estaba acostada en su cama, leyendo, al lado de la mía. Claramente, no podía caminar por lo de su pierna.

-Si... Por el momento. ¿Qué pasó?

-Te dieron un tiro por la espalda, cerca del hombro izquierdo. Primero pensamos que te había herido el pulmón, pero por alguna razón se alojó en el omóplato, gracias a Dios. Perdiste tanta sangre que ya tenías un pie en la tumba, casi. Cindy se encargó de parar el sangrado y de sacar la bala. Por suerte no la da impresión la sangre.

-Si, es una suerte. Quizá sirva como médica o algo así, o al menos para sacar balas y cerrar heridas. Y vos, ¿cómo estás?

-¿Te referís a mi pierna o a mi tía y prima?

-Ah... Ya te enteraste.

-Si, bueno... Con la pierna estoy bien, todavía me molesta un poco, pero me consiguieron unas muletas y una silla de ruedas por si hay que irse rápido... Y con lo otro... Bueno, estoy triste. -dijo, y una lágrima corrió por su mejilla.

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