Reconocimiento

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Nos levantamos bastante temprano, a eso de las 6. Mi idea era empezar lo más temprano posible, recorriendo la ciudad para ver si encontrábamos más provisiones y, empezar con una especie de barricada para que no entré nada indeseable.

Salimos una hora y media después, y decidimos volver un minuto a la armería, ya que yo le había dado mi Desert Eagle a Nico. Busqué algún arma para mi, y encontré una Colt 45.

La mejor forma de hacer las barricadas era usando las rejas de las casas, usándolas para cerrar cualquier acceso, salvo uno, el que usaríamos en el caso de ser necesario.

Como eran solo seis manzanas y las calles eran angostas, el cercado fue un trabajo fácil, pero lo difícil fue mover las rejas. Y algunos salimos heridos. Por ejemplo, yo me corté el antebrazo izquierdo con la punta de una reja. La herida, por suerte, no era profunda, pero cruzaba todo el antebrazo, así que tuve que ponerle alcohol encima y afirmarla con una venda. Trabajamos bastante rápido, y terminamos a las dos de la tarde, momento que aprovechamos para comer.

Cuando terminamos, antes de empezar a limpiar las casas de los caminantes, aproveché para ir a la tienda de videojuegos. Tenía de todo: cómics, juegos, música, creppypastas... En la parte de creppypastas encontré algunas máscaras, entre ellas, dos de Eyeless Jack. Tomé ambas, y pinté una de negro, con una cicatriz roja que le cruzaba el ojo derecho.

Luego me dirigí al gimnasio, y empecé a entrenar. Cuando me quise dar cuenta, ya era hora de irnos a dormir. Al otro día, comenzamos a entrenarnos para poder disparar bien. Era un método simple: abríamos la puerta de una casa, salían cinco o seis caminantes, y los matábamos. Nos descuidamos con uno, el cual se iba a lanzar sobre Aixa, y yo me lancé contra él. Me dejó tirado en el piso, y me arañó la cara.

-¡AHHH!- grité de dolor.

-¡Mierda, mierda!- dijo Azul, y disparó.

Por suerte, el caminante murió, pero el costado derecho de mi cara tenía la marca de cuatro garras, y no veía bien con el ojo derecho. Me lo tuve que vendar, porque obstruía mi vista.

Cuando mis amigos vieron lo que me había pasado, se quedaron estupefactos ante la horripildad de mi nueva cicatriz.

-Soy horrible.- pensé, y miré la máscara que había pintado. La miré, y me la puse.

A partir de ahí, mis amigos no pudieron ver más mi cara. No pensaba permitir que me vieran. Seguimos matando caminantes, hasta que oscureció, y nos fuimos a dormir.

-¿Estás bien?- me preguntó Jula.

-Un poco triste. Soy horrible ahora.- dije, decaído.

-Pero nooo, boludo. Son cosas que pasan. Además, lo hiciste para ayudar a Aixa.- dijo Vicki.

-Igual, no creo que vuelva a sacarme la máscara.- dije.

-¿Pero no confias en nosotros? No nos vamos a reír de vos por un par de cicatrices.- dijo Abi.

No respondí, simplemente dejé mi máscara en la mesa de luz, y me fui a dormir.

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