XXIII: El muelle 5

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En uno de los distritos marginales de Battlos se encontraba la calle de las herrerías, la cual reunía a los artesanos del metal más diestros. No todos ellos tenían la integridad a la altura de su reputación pero, ¿cómo juzgarlos? Las herramientas para la guerra y el asesinato eran mucho mejor pagas que las cacerolas y los cerrojos.

El equipo conformado por Rupel, Demián y Luke acudió a esa calle en busca del hombre que había logrado romper el brazal de Winger y extraer la gema de Potsol. El calor de la tarde iba menguando despacio y el repiqueteo de los martillos comenzaba a cesar. El grupo se movía con discreción por la zona. Ya habían identificado el taller visitado por Caspión y aguardaban la partida de los últimos clientes de la jornada para entrar en acción.

—Qué espectáculo montaste hoy, cachorro de dragón —soltó Luke en cierto momento—. ¿Realmente puedes perder tanto la cabeza por esa niña tonta?

—Oye, estás hablando de mi amiga —lo enfrentó Rupel—. Pero tienes razón en eso... Demián, ¿en qué estabas pensando?

El aventurero agachó la cabeza y esquivó las miradas de sus compañeros.

—¿Tenemos que hablar de esto? —preguntó apenado.

—Sí, tenemos que hablarlo —repuso Rupel—. Porque, te guste o no, vas a seguir topándote con esos dos. Tendrás que afrontarlo.

—Había dado por sentado que Soria era tu novia —comentó Luke—. ¿Cómo puede hablarte tan despreocupadamente de ese tal Matts?

—Pues... Yo... Yo... —Demián sentía que la temperatura de su cara iba en aumento.

—¡Pues él nunca le dijo lo que sentía por ella! —declaró Rupel—. De acuerdo, mi amiga es una despistada. Pero este espadachín intrépido jamás le confesó sus intenciones. ¡No pretenderás que ella se quede esperándolo!

—Vaya, es más grave de lo que pensaba... —murmuró Luke y apoyó una mano sobre la cabeza del aventurero—. ¿Cuál es tu estrategia para conquistarla?

—¿Estrategia? —balbuceó Demián—. No sé... ¿Rescatarla y protegerla?

Tanto Rupel como Luke negaron pesadamente con sus cabezas.

—¿Nada más? —insistió la pelirroja.

—Bueno... Una vez se me ocurrió regalarle una flor.

—Patético —exclamó el jugador.

—¡Es un lindo gesto! —replicó Rupel—. Pero necesitas ser más directo y decidido. A este paso, ella nunca te tomará como un pretendiente real.

—Serás su amigo eternamente —agregó Luke.

—¿Podemos dejar esta conversación, por favor? —imploró el aventurero.

—¡Solo te estamos dando algunos consejos! —remarcó el apostador—. De momento, tal vez lo mejor sea que te alejes de la chica por un tiempo.

—Opino igual —coincidió Rupel—. Demuéstrale que tu vida no gira en torno a ella. Piensa en frío. Hazte valer un poco.

—Hacerme valer...

A pesar de que aquella charla lo había incomodando demasiado, el aventurero tomó en cuenta todo lo que le habían dicho, y más tarde se pondría a pensarlo detenidamente...

—Ey, miren.

Luke señaló hacia la entrada de la herrería. Un sujeto calvo y fornido había despedido a un cliente rezagado y ahora estaba guardando sus herramientas de trabajo.

—Ese es el tipo con el que habló Caspión —indicó Demián al reconocerlo.

—Podemos colarnos por el patio y entrar por la puerta de atrás —propuso Rupel—. Vamos.

Etérrano III: Disparo del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora