VI: Javín Bal

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Winger y Demián salieron por una puerta de madera oculta en el bosque. Habían caminado un largo trecho a través de un túnel subterráneo. O eso suponían... ¿Qué distancia habían recorrido realmente? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se separaron de Pery y de Gasky? La oscuridad del pasadizo y la ansiedad en sus cuerpos les hacían sentir desorientados.

Una cosa era segura: los temblores habían cesado. Con inquietud miraron hacia atrás, hacia el cielo, a través de las copas de los árboles.

El pináculo del historiador ya no estaba ahí.

Durante todo ese tiempo, la figura de Gasky había sido un importante sustento para todos ellos. La caída del pilar de roca representaba también la caída de esa seguridad.

Con un futuro incierto por delante, los dos amigos guardaron silencio y encararon hacia el monte Rui. La ausencia de palabras era una muestra de respeto por la pérdida, pero también era una medida de precaución. No tenían forma de saber si se encontraban a salvo, o si sus enemigos estaban pisándoles los talones.


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Mago y aventurero marcharon a paso acelerado durante todo el día.

Llegó la noche y continuaron avanzando.

No había tiempo para descansar.

De vez en cuando los sonidos de los alrededores los llenaban de sobresalto. Sus corazones se aceleraban solo para descubrir que se trata del viento, de un búho o de una ardilla.

Agachaban las cabezas y seguían adelante.

Winger no tenía esa espantosa sensación de estar siendo perseguido desde la huida de ciudad Doovati, tras el incendio de la Academia. Pensar que en aquella ocasión se trataba de un simple hostigador con una máscara de cerdo...

La imagen de la cabeza ensangrentada de Bress lo golpeó de repente.

Y la sonrisa desencajada de su verdugo.

¿Quién era ese sujeto del pelaje pardo? Winger no era capaz de ponerlo en palabras, pero definitivamente algo muy malo pasaba con él. A pesar de haberlo visto solo una vez, estaba convencido de que sería un adversario muy peligroso.

Otro más....

¿Cuántos más...?

¿Por cuánto tiempo más...?

Por eso tenían que encontrar a Lucius. Para emparejar la lucha. Tal vez...


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Con las primeras luces del amanecer, el castillo se hizo visible.

Habían llegado a la morada de Ruhi.

Por algún motivo, la anciana los estaba esperando sobre el puente levadizo de la entrada.

—Queridos míos, qué mal se ven...

—El pináculo ha caído —le informó Winger de inmediato.

—No sabemos cómo se encuentra Gasky —agregó Demián—. Es probable que los enemigos nos estén siguiendo.

La bruja los calló con un gesto calmo.

—Ahorremos las palabras —sugirió Ruhi—. Lo que necesitan ahora es una buena taza de té matinal.

Los dos amigos se miraron con extrañeza pero siguieron a la anfitriona sin protestar. Ingresaron al castillo, atravesaron la sala de las estatuas y llegaron a la sala de estar. Los sirvientes mágicos de la bruja se ocupaban de los quehaceres domésticos y la mesa para el desayuno ya estaba dispuesta.

Etérrano III: Disparo del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora