Aquel marinero era el doble de robusto que Demián, y sin embargo sus sandalias colgaban en el aire mientras el aventurero lo sujetaba por el cuello.
—¡Lo siento, no debí haberme burlado! —balbuceó el hombre, intimidado por esos ojos dorados—. ¡Bájame de una vez!
—¡Pues llévame a Lucrosha! —vociferó el hombre-dragón—. ¡Llévame a Lucrosha!
—¡Pero si ya te he dicho que los barcos no están zarpando! —repitió el marinero—. ¡Han llegado en el peor día posible! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!
—Oye, ¿por qué no lo sueltas? —sugirió Luke a su compañero—. Este es el quinto barco y en todos pasó lo mismo. Supongo que está diciendo la verdad...
—¡Pero tiene que haber alguno! —bramó el aventurero—. ¡Tiene que haber algún barco!
—Y por más que lo grites, las cosas no cambian —replicó el Viajero Regresivo—: Durante los Días Afuera del Tiempo no habrá viajes por mar.
La intensa travesía por el sur del continente los había desorientado en relación al paso del tiempo.
Estaban en el último día del año.
A partir de la media noche daría inicio ese período de cinco días durante los cuales la luna se ausentaba por completo del cielo. Los Días Afuera del Tiempo.
Y durante los Días Afuera del Tiempo, ningún hombre de mar osaría zarpar.
Navegar durante aquellas cinco jornadas era tan mal augurio que si las guerras tenían que postergarse, las guerras se postergarían, y si la medicina para los monarcas debía demorar en llegar, la medicina se demoraría.
Quiénes eran ellos, simples viajeros anónimos, para reclamar a los marinos quebrantar semejante tradición y arriesgarse a un destino ominoso.
—¡¿Qué ocurre aquí?!
Méredith logró con su grito que Demián dejara escapar al marinero. Ella y Winger habían visto el alboroto del puerto desde la distancia y aceleraron el paso al intuir problemas.
—Ocurre lo que temíamos —le contestó Luke—. No podremos viajar hasta que acaben los Días Afuera del Tiempo. ¿Cómo les fue a ustedes?
El mago y la ilusionista se habían dirigido a la oficina de correos de Playamar. Gasky les había hecho llegar un mensaje al punto de encuentro que habían acordado en el monte Jaffa: la clínica del doctor Lapidus. El historiador se limitaba a informarles que habían llegado a salvo a ciudad Miseto, y gracias a ese mensaje ahora contaban con una dirección con la cual contactarse.
Por supuesto que el encargado del correo se burló de ellos tal y como los marineros habían hecho con Demián. ¿A quién se le ocurría enviar una correspondencia el último día del año?
Más prudente que su alumno, Méredith no tomó al hombre del cuello, pero sí se valió de su insignia oficial para advertirle que estaba hablando con la general del ejército de Catalsia, y que se trataba de un asunto urgente. El encargado se mostró entonces mucho más colaborativo, prometiéndoles que se ocuparía de hacer llegar su carta mediante un mensajero de emergencia.
Cerrado aquel asunto, ya no tenían mucho más para hacer.
Por más que Demián pateara los postes del puerto, lo único que les quedaba era esperar.
—¿Cuántos días se tarda en cruzar el Océano? —preguntó Winger en cierto momento.
Caminaban por la playa de regreso al sanatorio. El doctor Lapidus les había dado permiso para quedarse allí durante los Días Afuera del Tiempo. Muchas habitaciones estaban disponibles debido a que los lugareños procuraban dejar descansar a su médico durante las jornadas festivas.
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Etérrano III: Disparo del Alma
FantasíaTercera parte de la historia de Winger. El momento decisivo está cerca. Ahora que los secretos del libro de Maldoror han sido revelados, el grupo liderado por Neón apunta a la concreción de la última fase de su plan. Solo necesitan una reliquia más...