X: El Viajero Regresivo

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El Pilar de Amatista saltó contra un muro, se propulsó rebotando contra el opuesto, y cuando alcanzó los tejados ya había adoptado su forma de vampiresa.

Legión debió protegerse con los antebrazos para evitar el impacto de una patada demoledora.

—¡Sigue a Luke! —gritó Méredith desde lo alto.

Winger no titubeó y se lanzó hacia la salida del callejón.

El monstruo lo siguió con la mirada, pero sin descuidar a su adversaria. Hizo brotar espinas de un material oscuro desde sus brazos, lo que obligó a la ilusionista a tomar distancia.

El reencuentro entre dos de los Pilares de Catalsia tuvo lugar sobre los techos de ciudad Inspiración.

—¡Hóaz! ¡¿Por qué haces esto?! —exigió Méredith una explicación.

—Ya te hemos explicado que no somos él, Mery —respondió el monstruo—. O quizás sería más preciso decir que él es solo uno más entre nosotros.

—Eso significa que Hóaz sigue ahí adentro, en algún lugar...

Legión sonrió con piedad al notar el destello de esperanza en la mirada de su antigua compañera.

—Oh... No te engañes, Mery. Si piensas que hay alguna manera de rescatar a la persona que una vez conociste, estás equivocada. Esta carne ahora nos pertenece a todos. Y ninguno de nosotros se opondrá a matarte a ti para así poder ir detrás de ese que llaman Winger. ¡Llanto de Espinas!

Las púas de oscuridad salieron disparadas hacia la vampiresa.

—¡Escudos-Luna!

Dos discos hechos de luz se materializaron en las manos del Pilar de Amatista, frenando la arremetida con facilidad.

—Si realmente quieres matarme, tendrás que hacer mucho más que eso, Hóaz.

Méredith no tenía la intención de luchar.

Solo quería hablar. Entender.

Sin embargo, si para hacer oír sus reclamos primero tenía que derrotar a la parte irracional de su amigo, entonces ofrecería batalla.

Ella no se esperaba lo que le iba a suceder...


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Los feligreses del templo del azar se jalaban los cabellos entre sí, tratando de apropiarse de las monedas esparcidas por el suelo. Las cartas de póker danzaban en el aire. Había gritos y las sillas pasaban volando. La cabeza de un tipo dio contra el domo en el que los escarabajos de pelea se trenzaban. El cristal se partió, la mesa se vino abajo y los insectos abrieron las alas para escapar.

Uno de estos aterrizó en la nuca del fortachón que apresaba a Demián. El tipo soltó un aullido de dolor cuando el escarabajo lo mordió con sus tenazas, y acabó liberando a su prisionero para quitarse el insecto de encima.

El aventurero no desaprovechó la oportunidad para mandar al sujeto al suelo de un codazo contundente en el estómago.

«Hora de irse.»

Demián encaró hacia la puerta de salida, pero se encontró con que el alboroto y la riña se amuchaban aún más en esa zona.

—Yo que tú no tomaría por ese camino.

Demián volteó y se encontró con la chica del cabello rosado.

Lila era un monumento a la tranquilidad en medio de todo ese caos.

Etérrano III: Disparo del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora