I: Legión

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—Ey, mira... ¿Esa es la chica que el señor Jessio trajo de la frontera?

—¡No la señales! Me contaron que su familia fue atacada por murciélagos gigantes en su viaje desde Demepokol hacia aquí. Ella fue la única que sobrevivió...

—Dicen que esos monstruos la mordieron. ¿Cómo pudo sobrevivir?

—No lo sé... ¡No la señales! Pero sí que es extraño... ¿Se convertirá en una vampiresa?

—No quiero averiguarlo...

Méredith escuchó los comentarios y de inmediato llevó la mano a la nuca. La marca de la mordedura era un recordatorio constante de la tragedia de sus padres y sus hermanos.

Aferrada a su morral y con la cabeza inclinada, la muchacha estaba sentada en los peldaños del zaguán de la Academia. Era el primer día de sus lecciones de magia. Pensó que iniciar los estudios sería una buena forma de hacer amigos. Después de todo, no le quedaba nada. Sin embargo, al verse enfrentada con las miradas temerosas y las voces hostiles de sus condiscípulos, ya empezaba a arrepentirse de su decisión.

Con apenas quince años, Méredith no comprendía por qué la vida era tan injusta con ella. ¿Por qué esas bestias le habían arrebatado a todos sus seres queridos? ¿Por qué no matarla a ella también?

Los ojos de la huérfana estuvieron a punto de desbordar lágrimas cuando...

—¡Hola!

Un muchacho alegre se sentó a su lado.

Méredith lo observó sorprendida.

—Eres la chica nueva, ¿verdad? —indagó el joven con genuino interés—. Todos dicen que eres una demi-humana, ¿es cierto?

Aquellas palabras tan frontales la dejaron helada. Giró la cabeza para ocultar aún más la marca de los colmillos.

—Vaya, esa cicatriz se ve genial.

Méredith miró de reojo a su interlocutor.

—¿Hablas en serio? —preguntó con desconfianza.

—¡Claro! —aseveró él—. Seguro que puedes hacer cosas asombrosas —agregó con una sonrisa—. Por cierto, mi nombre es Hóaz. ¿Cuál es el tuyo?

Así fue como Méredith conoció al mejor aprendiz de la Academia. Pronto se hicieron buenos amigos, lo que le facilitó la aceptación por parte del resto de sus compañeros.

Hóaz siempre estaba ahí cuando ella lo necesitaba. Era un incentivo que la empujaba a superar sus límites, misma sensación que compartían todos los que entraban en contacto con él.

Recordar la sonrisa amable de Hóaz, llena de optimismo, le alegraba el corazón.

La sonrisa amable de Hóaz...

Tan distinta a la del monstruo que ahora comparecía en la sala del trono.

—¡Señorita Méredith! —gritó uno de sus subordinados con el rostro atribulado—. ¿Qué hacemos?

La mente del Pilar de Amatista se demoraba en reaccionar. Se negaba a reconocer que esa criatura hostil, con dientes afilados y deformidades en el cuerpo, fuera la misma persona que llevaba años esperando.

Decididos a detener el avance del invasor, los centinelas más próximos a la entrada resolvieron actuar por cuenta propia.

—¡Retrocede! —le ordenó el primero con su espada amenazante.

—¡No te atrevas a acercarte a la reina! —le advirtió el segundo, y sus puños temblaban en torno a su alabarda.

Legión los miró con diversión.

Etérrano III: Disparo del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora