La tarde estaba haciéndose larga para Winger.
Cómo se demoraba ese sol en su recorrido por el cielo...
Lila, Luke y él ya estaban posicionados en el sitio desde donde recibirían la ofensiva de los enemigos. Se trataba de un área con casas de piedra a medio construir en las afueras de Vanilla, las cuales, por algún motivo, habían sido abandonadas hacía ya mucho tiempo.
—¿Cuánto crees que le falta a Méredith? —indagó el mago.
—Meh —murmuró Luke, recostado en la hierba—. Uno o dos vértices, quizás.
Habían acompañado a la ilusionista durante la primera vuelta alrededor del poblado. Ella contaba sus pasos y dibujaba símbolos alquímicos en el suelo, los cuales serían la guía sobre la que más tarde se erigirían las paredes del Tetrágono de Cristal.
Luke aprovechó esa ronda para señalarle los puntos más precisos para formar un cuadrado perfecto sin necesidad de realizar tantas mediciones ni cálculos. Después de todo, él ya había presenciado el procedimiento entero muchas veces.
Por otra parte, el recorrido también sirvió para que cada grupo conociera la ubicación del otro cuando el ataque iniciara. Quizás el plan de Luke tenía muchas falencias, pero al mismo tiempo tenía detalles muy ingeniosos.
Y mientras Méredith se encargaba del trabajo pesado, los demás esperaban...
En cierto momento, Winger advirtió que una pareja de ancianos venía bajando por un camino en la ladera del monte. Empujaban una carretilla llena de hierbas y brotes recién recogidos. Quizás los utilizaban para fabricar medicinas, o tal vez especias y condimentos.
Los ancianos avanzaban muy despacio.
¿Cuánto faltaba para el atardecer...?
—Se están demorando un poco... —comentó Winger.
—Llegarán a su casa antes de la caída del sol —le contestó Luke—. No te preocupes.
La rueda de la carretilla golpeó contra una roca y todos los brotes se fueron al suelo.
Winger se movió con nerviosismo y miró a Luke con apremio.
—¡Ya te dije que llegarán! —le espetó el jugador—. Rayos, ¿no te puedes quedar quieto ni un segundo? Aprende de ella.
Luke señaló a Lila, quien se hallaba entretenida con un escarabajo que trepaba por una columna.
—Tienes razón —reconoció el muchacho—. Lo siento...
Apoyó el mentón en las rodillas y trató de apartar los ojos de la pareja rezagada.
Silencio.
—Sabes... —murmuró—. Me resulta llamativo que haya escenarios que no puedas controlar. Quiero decir, pensé que tu don para retroceder en el tiempo era infalible.
—Mhm.
Luke no se esforzó demasiado en dar una respuesta.
Los ancianos acabaron de recoger sus hierbas y raíces, enderezaron la carretilla y continuaron con su andar lento.
—No todo se puede cambiar —dijo Luke de repente—. No malinterpretes las cosas.
Winger y Libélula lo miraron con curiosidad.
Luke enseguida se arrepintió de haber abierto la boca. Soltó una queja, pero al final accedió contarles una anécdota:
—Cuando era niño, tuve un gato llamado Tango. Era gordo, anaranjado y amarillo. ¡Cómo quería a ese maldito felino! Nunca me costó relacionarme con la gente, pero si tengo que admitir que tuve un amigo de verdad, ese fue Tango. El gato me seguía por toda la casa, dormía sobre mis pies, en fin...
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Etérrano III: Disparo del Alma
FantasyTercera parte de la historia de Winger. El momento decisivo está cerca. Ahora que los secretos del libro de Maldoror han sido revelados, el grupo liderado por Neón apunta a la concreción de la última fase de su plan. Solo necesitan una reliquia más...