XXXVI: La clave está en la confianza

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Las quinientas cuarenta y siete sillas del auditorio principal del piso 41 estaban ocupadas. Muchos aprendices que no tomaron la precaución de llegar más temprano tuvieron que quedarse parados en el fondo, o incluso en los pasillos. La clase magistral de Jessio de Kahani era quizás el evento del año en la Torre.

Las voces desbordaban expectativa hasta el cuarto de al lado, donde el hechicero repasaba algunas notas mientras era asistido por su amigo Evan.

—Los tutores se encargaron de recolectar preguntas escritas para el final de la exposición —explicó el Pilar del Este—. De esta forma todo será más organizado y ahorraremos tiempo...

—Prefiero que el flujo de la conversación con los oyentes sea más espontáneo —indicó Jessio—. Gracias de todas formas, Evan.

—No hay problema...

El Pilar del Este observó a su amigo. Su silencio se camuflaba en el mar de rumores que llegaba desde el auditorio. Se dejó llevar por las olas del recuerdo hasta la época en que sus caminos coincidieron.

Evan ingresó a la Torre algunas lunas después que Jessio. Su amistad no surgió desde el primer momento, sino que se fue construyendo de a poco, mediante clases compartidas, encuentros fortuitos en la biblioteca o el comedor, actividades en conjunto bajo la guía de algún tutor, o reuniones informales con otros aprendices por fuera de lo estrictamente académico.

Ocho años más tarde, su vínculo era tan íntimo que muchos los consideraban inseparables.

Como el aprendizaje en la Torre era constante, el límite entre un aprendiz y un tutor, y luego entre un tutor y un maestro, no siempre era preciso. A sus veintiún años de edad, tanto Jessio como Evan eran personas muy respetadas que asistían en todo lo posible a quien lo solicitara. A pesar de su estrecha relación, ambos sabían que sus caminos tarde o temprano se separarían.

Cierto día, una charla puntual sobre ese tema se dio.

Era una tarde de lluvia, estaban inusualmente solos en una de las salas de recreación, mirando por la ventana, y conversaban acerca de lo que el destino les depararía en contraste con lo que cada uno quería para sí.

"Hagamos un juego", propuso Evan. "Tú dime cuál será mi futuro y yo haré lo mismo por ti."

Jessio aceptó y fue el primero en hablar:

"Te imagino viviendo siempre en este lugar. Amas la Torre. Vives por y para la Torre. No te imagino en ninguna otra parte. El Gran Maestro es muy anciano. Tal vez en pocos años lamentaremos su pérdida, pero quedará vacante el puesto de Pilar del Este y tú lo ocuparás. Y si eso no pasa, te deprimirás algunos meses y luego seguirás siendo un maestro atento y respetable durante el resto de tu vida."

Evan rió por el remate de la predicción de Jessio. Pero en términos generales, estuvo muy de acuerdo. Su amigo lo conocía bien. Llegó entonces su turno para hablar.

"¿Conoces la leyenda del ascenso del héroe?", preguntó.

"¿Te refieres a la historia del guerrero Munroc?", dijo Jessio.

"En realidad, esa historia es producto del sincretismo con varias tradiciones orales de Tegrel y la región", aclaró Evan. "Se dice que Munroc trepó esta torre y erradicó a los demonios que moraban en ella. En mi aldea, sin embargo, mi abuelo hablaba de un héroe que trepó la montaña del Ser para rescatar el disco solar y devolver la luz del alba a la humanidad. Jessio, tu vida ha sido cuesta arriba desde tu infancia. Y nunca te has rendido. Hay algo que trasciende tu propia existencia y que te hace seguir escalando. Tu camino es el camino del héroe que algún día disipará las tinieblas de este mundo. Al menos eso es lo que creo yo..."

Etérrano III: Disparo del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora