XVIII: Lo que pasó en Playamar

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Vagó por un túnel durante un tiempo insondable.

¿Días? ¿Semanas?

La oscuridad era total.

No veía ni sentía sus manos. No oía sus propias pisadas.

De pronto, un signo verde y luminoso.

Avanzó hasta alcanzar a un anciano con una larga barba gris. Su mirada era triste, y su amor era infinito.

Sin poder explicarlo, ella sintió que aquel anciano era el mundo.

Y cuando su mano la tocó, Rupel empezó a regresar...

Las tinieblas que turbaban su consciencia tardaron en disiparse.

El sopor que la oprimía tenía el peso de un bórax.

Se hallaba en una habitación en penumbra. Una claridad muy tenue se colaba a través de las cortinas. Había olor a lavanda. Tal vez era el alba.

Las sábanas eran suaves. Se había sentado en la cama. Un camisón liviano era todo lo que tenía puesto.

Giró la cabeza hacia la izquierda y encontró a Soria, dormida en una silla.

Su cabeza empezaba a generar interrogantes cuando un comentario atravesó el dormitorio:

—Por fin has despertado.

Un hombre la observaba con los brazos cruzados. Ocupaba otra silla junto a una segunda cama.

"¿Quién eres?", quiso preguntar ella. Pero las palabras no surgieron. Tenía la garganta seca.

El extraño no habló de inmediato. La miraba como si la estuviera estudiando. Rupel tuvo la impresión de que esos ojos le guardaban rencor.

—Esa niña te ha estado cuidando por un mes entero —dijo el desconocido al fin—. Es muy perseverante, aunque no es muy lista...

—¿Quién eres? —Aunque débil, la voz de Rupel sí sonó esta vez—. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado...?

—Ten calma —le aconsejó su interlocutor—. Tus preguntas tendrán respuesta. La mayoría. Pero será mejor que no te apresures. Quién sabe, un desborde emocional podría hacerte desfallecer nuevamente...

La advertencia disparó las memorias de Rupel.

La fiebre. El paso de Prü...

«Winger...»

Su corazón se aceleró al recordar.

Quiso soltar todo de golpe, pero sabía que ese hombre estaba en lo correcto al sugerirle calma. Respiró profundo y dejó que fuera él quien retomara la palabra.

—Mi nombre es Jade —se presentó—. Ella es Crysta.

Recién entonces Rupel se percató de que había otra persona acostada en la cama de al lado.

—Te encuentras en un sanatorio, en el poblado de Playamar —le informó Jade—. Tal vez lo primero que quieras escuchar es que tu amigo Winger está bien. La persecución en su contra acabó. Una persona llamada Gasky se lo comunicó a Soria. Y ella no se calla nunca...

Rupel se llevó una mano al pecho y soltó un suspiro liberador.

—Qué alivio... —musitó.

Si Winger estaba a salvo, todo lo demás podía esperar.

—¿Sabes qué fue lo que sucedió? —indagó.

—Tengo una idea, pero tal vez prefieras que Soria te lo cuente con detalle —respondió Jade—. Despiértala.

Etérrano III: Disparo del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora