13. Lo Que El Corazón De Un Alma Desea

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- Por mi culpa, te orillé a huir de esa manera. – Yibo estaba hincado frente a Zhan, sus manos en puño estaban en sus muslos, con la cabeza gacha Y miles de lágrimas recorriendo su rostro. – Jamás podré perdonarme, lo que hice, lo que te hice. – Yibo llevó una de sus manos a su cara, cubriendo sus ojos.

Zhan seguía temblando, haber visto como había muerto, como había acabado el mismo con su vida. Sus últimos recuerdos habían sido oscuros, con la voz de Yibo diciendo que su vida había sido un infierno, que la única luz que lo guiaba en ese dolor era él, Zhan.

Pero en esos momentos, el cuerpo del guardián ya no podía moverse, intentó arrastrarse, parar su sangrado. Pero quién sabe si esos eran sus verdaderos pensamientos o eran los de su yo que ya sabía cómo habían terminado las cosas. Lo único que tenía claro, es que ahora, viendo a Yibo tan lamentable, culpándose, entendió una parte de su misión al haber regresado.

- Yibo... - Zhan se acercó a Yibo, su mano se levantó temblorosa, quería acariciarlo, hacerle sentir mejor, pero también estaba asustado.

Al ver de vistazo sus marcas de guardián en sus muñecas, tembló, pues ahora sabía que significaban realmente las marcas de un Guardián. Pero lo más aterrador era que ahora entendía lo que probablemente era la cosa que todos ellos tenían en común para convertirse en guardianes. Un guardián renunciaba a su derecho de vivir, porque eran precisamente ellos los que habían terminado con su vida.

- Ódiame todo lo que quieras, pero nunca dudes de mi amor por ti. – decía Yibo aún con lágrimas. – Eres y siempre serás, mi único y verdadero amor

- Mi pequeño león. – Zhan puso su cabeza en las piernas de Yibo llorando a su lado y dejando a Yibo abrazarlo.

Poco a poco Zhan sintió la humedad que las lágrimas de Yibo le dejaron en su ropa, en esos momentos se odiaba, porque sus lágrimas se sentían reales, pero a la vista eran falsas. Fue hasta que se calmaron un poco que ambos caminaron a su habitación y se recostaron el uno con el otro.

Yibo abrió sus ojos a la mitad de la noche, Zhan parecía estar durmiendo profundamente, sus ojos se veían rojos e hinchados. Su mayor temor desde que su novio había vuelto, era que volviera a sentir ese dolor que lo orilló a eso que le quitó la vida.

Viendo su dulce cara relajada y pacífica, Yibo tomó uno de los mechones de Zhan y le besó. Aún recordaba cuando enfrentó a la chica que había sido su perdición.

Yibo comenzó a recordar como había descubierto a Ruo Fei, la culpable de todo su dolor, o al menos en su mayoría. Había peleado con todos, se alejó del mundo y la única persona en mostrar empatía por su pena fue su abuela, la única en ayudarlo.

| AÑOS ATRÁS |

El funeral había sido oscuro y solitario, la familia de Zhan había sido notificada y de manera cruel, dejaron el cuerpo en la morgue. El hombre que decía haber sido su padre, dijo que ese ingrato no merecía descansar en paz.

Yibo se había vuelto loco, así que persiguió al hombre y le suplicó que firmara los papeles y que él se encargaría de todo lo demás. Perdiendo la última gota de dignidad que le quedaba, arrodillándose en el suelo frente a miles de personas, la madre de Zhan se compadeció y convenció al hombre.

En efecto, los padres de Yibo no estuvieron de acuerdo, pero el castaño les ignoró y tomó todos sus ahorros y le hizo su día fúnebre con dignidad. Aquella noche, la abuela de Yibo se enteró, estaba horrorizada de haber escuchado de la boca de su nuera todo lo acontecido.

Estaba a nada de llevarse a la fuerza al malcriado de su nieto, pero al llegar, al ver el lugar completamente vacío y solo su nieto arrodillado, demacrado y con la vista perdida, la mujer entendió que, si lo hacía, si se lo llevaba, su amado nieto enloquecería.

Guardian de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora