ɴᴏ ᴍᴀʟᴛʀᴀᴛᴇɴ ᴀʟ ʀᴏꜱᴀᴅɪᴛᴏ

Capítulo 9

Akkad estiró la mano con expresión de desconcierto ante la acción de Ravi de apuñalar su mejilla.

−¿Qué estás haciendo?

Preguntó Ravi, asombrado por el acto de Akkad de apuñalar su mejilla con el dedo de la misma manera.

Akkad ladeó la cabeza.

−¿Sí...?

Me pregunté si estaba siguiendo mi sueño, pero Akkad levantó la comisura de los labios y se acarició la mejilla, y luego volvió a mirarme.

Ravi dijo mientras se aferraba a las comisuras de sus labios temblorosos.

−Se te hacen hoyuelos cuando sonríes. No se me forma un hoyuelo al sonreír.

Akkad retiró la mano con una cara triste.

'Lo siento. No hay hoyuelos.'

Akkad agitó las pestañas rosas con una cara inocente.

Por cierto, tus pestañas son mucho más largas que las mías.

Aunque intentaba imaginar a un Akkad adulto, no se me ocurría, pero desde luego no parecía una belleza normal.

Ravi se frotó la barbilla con la mano y se metió en problemas. Después de todo, lo correcto sería enseñarle a decir que no con firmeza.

Después del desayuno, Ravi abrió los brazos a Allen.

−Parece que hoy has comido más de lo habitual.

−Sí. Estoy tan lleno que no puedo ni caminar.

Me pregunté si podría incluso tomar la mano de Akkad y caminar, pero no iba a seguir a la criada para cambiarse de ropa.

Parecía que no había preparado su ropa para el baño.

−Me cuesta respirar.

Ravi, sin fuerzas y con la cara apoyada en el hombro de Allen, estiró los brazos hacia atrás.

Ravi, que levantó la comisura de la boca, cruzó los dedos mientras se agarraba el largo cabello con la mano.

Ravi dijo con voz insatisfecha al ver que el cabello se agitaba suavemente con los dedos y se caía.

−¿Por qué Akkad y Allen tienen el cabello tan fino? ¿Cómo lo hacen?

−Bueno. La verdad es que no lo cuido.

Ravi entrecerró los ojos al ver que Allen me miraba el cabello, y luego le tiré del cabello como si estuviera malhumorada por nada.

−Me duele.

Allen puso una cara que no era para nada, y contestó que le dolía.

Para cuando llegaron al dormitorio, el cabello de Allen, atado en alto, estaba suelto.

−Allen.

−Sí.

−¿Puedo atarlo?

Preguntó Ravi con cara de que, por supuesto, no había que negarse.

Allen asintió como si no fuera una petición difícil, y se sentó en la alfombra frente al sofá.

−¿Por qué te sientas en el suelo?

−Porque es mejor que tener a una dama de pie en una silla.

Ravi cogió un peine con cara decidida y se sentó en el sofá.

Sin embargo, Allen tenía la cabeza tan alta que se levantó del sofá de rodillas.

−Me enteré por Jenny.