38. El sello de Astaroth

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CAPÍTULO 38

EIDER.

Brenda se vio a unos metros de todos nosotros. Mi corazón palpitó de emoción, fue como si me sintiera en casa después de mucho tiempo. Después de todo, eso era lo que Brenda me hacía sentir: tranquilidad.

Un nudo en mi garganta se hizo presente al verla viva y con su usual tono rebelde. Llevaba una de sus chaquetas negras y también pude ver sus raros anillos plateados cuando señalo con el dedo índice a Astaroth.

-¡Si! Como escuchaste, Alíen. Eider esta reservada para alguien más. Supéralo.

-¿Superarlo? Mejor debería superar tu futura muerte, Bett-aquel abreviado salió de su boca como si estuviera saboreándolo-. Dime, Brenda, ¿Qué es lo que sientes al estar con uno de los hijos del segundo príncipe del infierno? Tener todos los ojos de los demonios en ti no debe ser fácil.

Observe a Astaroth y luego a mi amiga, esta le clavo su mirada seria e impune.

-No, mejor dime tu... ¿Qué se siente saber que este es tu ultimo día de vida?

El pelirrojo carcajeo, caminando lento hasta mi lugar.

-¡No te le acerques o disparo! -Brenda saco una pistola plateada detrás de su espalda y le apunto con el cañón.

Astaroth rio con más fuerza, tanto que hasta parecía exagerado. -Qué ingenua. Yo no le temo a ese juguete que traes en la mano, Betty...

-¿No? Entonces puede que esto te interese. -rebusco algo en los bolsillos de su chaqueta. Una sonrisa malvada se vio en su rostro cuando extendió su mano con...

¿Un corazón de plata?

-¡Atrápenla! -ordeno hacia Patrick y Ayva quienes asintieron al unísono antes de correr de una manera sobrenatural hasta ella.

La desesperación volvió a mi sistema cuando vi como ellos estaban por alcanzarla. -¡No! -trate de librarme de las sogas que amarraban mi cuerpo, pero era imposible.

Si algo le pasaba a Brenda, jamás me lo perdonaría. Jamás.

-¿Ves, Eider? Si tu no curioseabas esa noche, no deberías estar cargando con este pesar. De seguro vuelven con Betty degollada. Hazte una idea de lo que lloraras. -el fuego volvió a chispear en sus manos.

-¡Ojala te pudras en la muerte! -rugí, tratando de aceptar mi desgracia. Pero era imposible.

Era como si todo se hubiera derrumbado en mi rostro. Quería que todo fuera como hace cuatro años, donde era feliz con mis amigas, donde no había secretos ni mentiras.

Quería volver... a ese momento que conocí a mis amigas.

Tuve la sensación de que algunas lágrimas se me escaparon, aunque ya no sentía tenerlas, era como si se hubieran agotado.

Mi pecho ardía al igual que mi garganta.

Me sentía sola.

Mis secretos habían desbordado desde lo mas profundo de mi ser, como si fueran el cruel recordatorio de que jamás debí acercarme a ese bosque, como si fueran el malicioso recuerdo de lo que me atraía: el miedo.

Tanto tiempo ocultando aquella noche, llevándome vidas de por medio para que me salvasen... y, ¿para qué? Fue todo en vano. Yo merecía morir. Ahora Margarett se encontraba muerta, seguramente mi Bett también y Adonis en la cúspide de su tortura.

Y la única culpable era...

Yo.

Azael jamás fue un monstruo, porque todo este tiempo he sido yo. Tan humana, tan imbécil. Me engañaron. Creí saber todo lo que ya se sabía, pensé que había descubierto cosas que otras personas no, cuando eran falsas.

Sombrío© ✔ (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora