34. ¿Siempre fuiste "A"?

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CAPÍTULO 34

EIDER.

Los ojos me pesaron al abrirlos. La zona que se ocultaba entre mis piernas, latía y dolía un poco. ¿Qué ocurrió? Lo último que recordaba era estar debajo de...

Como si me hubieran despertado de mi ensoñación con una cubeta de agua helada, mire a mi lado, aquella parte que siempre se hallaba vacía. Ahora, la cama también recibía el peso de Azael.

Recordando todo lo que había sucedido horas antes, creí que él se marcharía. Que si me sumia en el sueño, ya no lo vería al despertar. Pero una vez más, él lograba obsequiarme una sorpresa.

Me senté lentamente en la cama. Las sábanas rozando mis piernas desnudas.
La mano pálida de Azael, posaba débilmente en mi estómago. Su rostro sereno y tranquilo al dormir, me trajo un poco de calma a mi ser.

La ventana estaba abierta, la cortina de esta, danzaba por la brisa fría de otoño. Todo se hallaba oscuro, la luz de la luna se escabullia por algunas partes de la habitación, creando sombras difusas y oscuras.

Mentirosa. Has vuelto a caer. Esta vez has ido muy lejos, Eider...

Cubrí mí rostro con mis manos tibias, tratando de no hacer mucho ruido para no arruinar el sueño en el que se encontraba perdido el muchacho a mi lado.

Sentí mis mejillas arder cuando quite mis manos de mi rostro y lo observé, dormido, desnudo, en paz...

Los recuerdos de sus manos en mi cuerpo expuesto. Sus labios sonrientes y pícaros demostrando confianza y sensualidad en mi mente. Sus ojos devorando mi cuerpo. Sus músculos tensos.

Ver esa parte de Azael, era extraño. Mi corazón latía a cada recuerdo, a cada imagen que recuperaba tras el sueño que llegó inesperado.

Pero no puedes seguir... engañandote, Eider. Es hora de despertar.

La voz profunda de mi ser era fría, insistente, borrando toda imagen de mi cabeza, toda imaginación, toda... fantasía.

Observe nuevamente la ventana de mi habitación, el árbol seco que se veía detrás de esta, se movía un poco. Entonces, su última hoja cayó.

Cuando la última hoja caiga, llegará.

Contuve la respiración, sintiendo mis pulmones en el agua fría del mar. Sin respirar, sin pestañear. Así era como me encontraba cuando una confusión, un caos se desataba dentro de mí sistema, o como cuando me descubrían a mitad de algo arriesgado, o cuando observaba a Azael muy cerca de mí. Por un momento me sentía...

Muerta.

Salí lentamente de la cama, temiendo que el castaño a mi lado abriera sus ojos para verme fijamente.

Al salir de la cama, no tarde en llegar a la ventana. La brisa que entraba a través del vidrio me recordó que aún estaba desnuda, pero eso no importó cuando observe el final del árbol, donde comenzaba su tallo, su tronco.

Una caja tipo cofre se veía entre la oscuridad de la noche y el pasto mojado por la lluvia de horas antes. Mis ojos se abrieron de par en par al ver una silueta extraña y delgada muy cerca del árbol.

Unos cabellos dorados y largos, danzaron a la par del viento que rugio con fuerza, moviendo hojas muertas, el árbol seco y la capa roja y oscura que llevaba la silueta.  Observándome fijamente, hizo un ademán con una de sus manos pálidas, haciendo contraste con la oscuridad sombría de la noche. Me estaba... llamando.

Sombrío© ✔ (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora