11. Es que es demasiado perfecta

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Llevaba ya unas semanas con Lexa como su nueva vecina, y estaba encantada con eso de poder cruzársela prácticamente a diario, además de compartir alguna que otra rutina de viaje al trabajo, cuando cuadraban sus horarios. La señorita Woods era encantadora y amable siempre, pero sentía que a ella le sonreía de forma especial, quizás diferente, al menos eso le parecía.

Como no podía ser de otro modo, le acabó contando a su hermano, a Diego y a sus amigos que la profesora de Adam había terminado alquilando el piso frente al suyo, gracias a su mano interventora en aquello. Les habló de la tarde que pasaron juntas, también de la cena, y les confesó que quería repetir algo así, pero no sabía cómo proponerlo sin resultar fuera de lugar. En cierto sentido, se suponía que eran vecinas, tal vez llegarían al punto de «conocidas con una potencial amistad en ciernes», pero, en cualquier caso, tenía cierto miedo a que Lexa no quisiese tener más que una relación cordial y de mutuo beneficio al poder ayudarse cuando hiciera falta, pero nada más que como vecinas.

Y allí estaba, un sábado de mañana en su pequeño piso, con Mark, Lola y Lucas incordiándola con suma insistencia para que se animase a proponerle a Lexa una salida, aunque fuese para tomar un helado o probar alguno de los restaurantes de la zona, para que la profesora fuese conociendo el lugar. Eran muy insistentes, y es que, de alguna forma, querían intervenir activamente en lo que quiera que pudiera suceder entre ellas, pues bien sabían que le costaba mucho fijarse en alguien, y que Lexa Woods había logrado llamar su atención con solo una mirada. Sus amigos solo la habían visto en fotos a través de su cuenta de Instagram, una que no dudó en mirar cuando recibió una solicitud de seguimiento por parte de la profesora, casi cayéndose de culo de la cama al suelo, quizás aceptando demasiado rápido, aunque no se llegó a arrepentir de su velocidad. Espiar el Instagram de Lexa cuando se conocieron le pareció intrusivo, pero lo cierto es que, ahora que había sido la propia señorita Woods la que había dado ese paso, y que eran vecinas, sí que llegó a curiosear más a fondo el perfil, enlazando muchas de esas fotos con detalles que la morena le había contado en su primera tarde-noche juntas y en algunos de los trayectos en coche al trabajo, con su vuelta a casa tras la jornada. Tenía que admitirlo, se sentía más cerca de Lexa de lo que había estado con muchísima gente en años, la última persona a la que dejó entrar tanto fue Antón, y porque le resultó inofensivo; y antes estarían Halley y Chuck. Fuera de lo que eran sus dos amigos y su familia, nunca nadie entraba sin que ella lo permitiese, y con la señorita Woods ella misma se había abierto con rapidez aquella noche de cena que compartieron.

Ese día tuvo la mala suerte de que Diego había ido con Adam a ver a sus abuelos, así que ni su sobrino ni su cuñado estaban ahí para aliviar la insistencia de Mark, Lola y Lucas. Con Diego allí, este habría intervenido para sacarla del asunto y no la mortificaría tanto como sí lo hacía su hermano, siempre con todo el cariño del mundo. Y si Adam hubiese estado presente, el tema «Lexa Woods», ni habría salido, pues el niño habría sido el eje de todo; eso y que no querían comentar nada aún frente a él, porque no se callaba una, aunque sí le había dicho que la señorita Woods era su nueva vecina.

Y justo pensando en Lexa estaba cuando la risita de Mark llegó a sus oídos. Sabía que se había quedado ensimismada y los demás aprovecharon para sus burlas típicas.

—Es que, miradla, seguro que está pensando en esos ojos verdes. —bromeó su hermano. —Pero qué ojazos, lo admito.

—Ya ves, yo solo la he visto en fotos, pero esa mirada derretiría los polos. —añadió Lucas.

—Pues sí, y mira que yo me la crucé por las escaleras el otro día y creí que había muerto y subido al cielo. —dijo entonces Lola. —Por una mujer así me plantearía el lesbianismo muy en serio.

Somos irrepetiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora