15. Casi que sí

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Cuando pensaba que los astros podían alinearse para que le sucedieran cosas buenas, no lo hacía en serio, era más bien una metáfora tonta para referirse a la buena fortuna. Pues resultó que también podía ser al contrario, y para ello dijo que había un diablillo que quiso hacer que su 2022 no empezase con muy buen pie.

A ver, concretando, el año empezó de la mejor manera: con una inesperada videollamada de Lexa, una que duró casi una hora en la que sonrió hasta que casi le dolieron las mejillas. Y los primeros días no estuvieron mal del todo, al menos hasta el décimo, que empezó a encontrarse realmente mal, con fuertes dolores de cabeza, congestión para parar un tren y una tos seca muy molesta e irritativa. Empezó apenas con un estornudo el día anterior, mientras hablaba con la profesora y le recordaba que iría a buscarla al aeropuerto cuando aterrizase en California ¡por fin! Y estaba tan emocionada con volver a ver a la señorita Woods que ignoró ese estornudo y la ligera cefalea que surgió un par de horas después.

Ajá, si cuando se refería a que había un diablillo fastidiándola personalmente se refería justo a eso: estaba a nada de poder reencontrarse con Lexa tras casi un mes sin verse, y justo va y enferma el mismo día por la mañana. No podía ni levantarse de la cama, estaba como si le hubiesen pasado un camión por encima, y por si eso fuera poco, su teléfono empezó a tronar tan fuerte que casi quiso llorar de lo que le dolían los tímpanos. Era su jefa, informándole de que dos de sus compañeras habían dado positivo en covid y estaban enfermas... Bueno, pues iba a resultar que ella se sumaba al carro. Cuando la dueña del Chez Granny escuchó su voz áspera y nasal, no necesitó explicaciones, le dijo que se quedase en casa y que se cuidase, y que intentara conseguir un test para asegurarse. Y entre que se encontraba realmente mal y que echaba muchísimo de menos a Lexa, sabiendo que ahora se extendería más el tiempo sin verse, quiso llorar, de hecho, lo hizo.

Luego de compadecerse de sí misma durante unos minutos, avisó por mensaje a Mark de lo ocurrido, aunque hacía seis días que no se juntaba con nadie de la familia ni con sus amigos, no estaba de más informar para que tuviesen cuidado. Su hermano se preocupó bastante y le dijo que se pasaría por allí para dejarle un test y algunas medicinas de la farmacia, además de preguntarle si necesitaba algo de comer. Después de repetirle un par de veces que no se iba a morir, aunque se sintiese físicamente aplastada, colgó y buscó el número de Lexa para repetir la acción, pero no se vio con ánimos. Prefirió mandarle un mensaje contándole que estaba enferma, posiblemente del maldito virus, y que no podría ir a buscarla al aeropuerto. No sabía qué reacción esperar por parte de la profesora, pero fue la mejor posible: a los dos minutos de enviar el texto recibió una llamada que empezó con un directo: «¿Cómo estás? ¿Necesitas algo? Llego sobre las cinco y te llevo lo que necesites, ya sea de la farmacia, del súper, lo que sea». Esa preocupación genuina tan sincera por parte de Lexa le derritió el corazón, así que intentó poner su mejor voz para tranquilizarla, aunque no salió demasiado bien, y es que estaba muy malita, la pobre.

Diez días más siguieron a ese, aunque se curó en apenas cinco. Durante la cuarentena se conformó con hablar con los demás por videollamadas, mientras disfrutó de que la profesora la cuidase de una forma indirecta. De lo que en principio se hubiera encargado Mark, Lexa tomó su lugar: le hizo la compra, le llevó los medicamentos y le preparó calditos y platillos ligeros para cuando ella se pasó gran parte del tiempo en la cama. La señorita Woods le dejaba todo en una cestita de mimbre en su puerta antes de llamar al timbre y alejarse, la saludaba desde el otro lado del descansillo con una sonrisa y un par de palabras de ánimo; luego ella se la devolvía vacía de la misma forma, y así hicieron esa rutina.

Agarraron práctica con su cuarentena para cuando, dos días después de que ella se recuperase, fuese Lexa la que enfermó de igual forma, en su caso también de la mano de un compañero, profesor del Future Bay, que hizo saltar las alarmas en la escuela y poner en cuarentena varias clases tras un brote pequeño, pero por seguridad se optó por proceder según el protocolo. A diferencia de ella, la señorita Woods no enfermó como tal, a pesar de dar positivo en la prueba, fue prácticamente asintomática, salvo por un poco de cansancio que le duró dos días. Le hizo «compañía», igual que había hecho con ella, así como fue a hacerle su compra semanal y le preparó su famosa tarta de manzana con canela para concederle su capricho y compensar un poco por aislamiento forzado. Como ella ya estaba inmunizada, pensó en arriesgarse a acercarse más a Lexa, pero claro, la profesora cumplía a rajatabla las normas y le pidió cuidarse, prometiendo que compensarían sus respectivas ausencias cuando se acabase la cuarentena.

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