20. Pero yo sí

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Llegaron al aeropuerto el viernes casi de noche, arrastrando las maletas por el terminal mientras charlaban, como habían hecho todo el vuelo. Jess estaba entre nerviosa y emocionada, había hecho el equipaje sin dejar de hablar ni un segundo, metiendo ropa como para bastante tiempo, ya que aún no tenía fecha de regreso al hogar Woods, además de su portátil para seguir las clases. Sus padres habían recibido la noticia con algo de sorpresa, pero tranquilos al saber que iría con ella a San Francisco, haciéndole prometer a Jess que se comportaría, y a ella, que la vigilaría.

Antes de salir de la zona de recogida de maletas, donde sabía que Clarke las estaba esperando, su hermana se hizo un poco la loca y le dijo que iría al baño, que fuese a saludar a su novia y en breve saldría a la zona de recibimiento de pasajeros. Jess le guiñó el ojo, incitándola a salir ya, cumpliendo con dejarles unos minutos para reencontrarse. La emoción volvió a su pecho como el primer día, y es que se había distraído hablando con su hermana durante el viaje, y ahora volvían a sudarle un poco las manos y el corazón le aleteaba, y ojalá que nunca se le acabase esa felicidad tan grande de ver a su novia. Se dio bastante prisa en salir para encontrar a la rubia, desde que Jess entró en el baño, y no es que la presencia de su hermana fuese a cortar su bienvenida, pero agradecía la intimidad. Cuando atravesó las puertas de no retorno, la vio rápidamente, estaba en el fondo de la sala, poniéndose de puntillas para ver por encima de la gente. Sus ojos se hallaron en medio del camino y, para cuando se dio cuenta, ya estaban correteando una al encuentro de la otra.

—Estaba deseando esto. —dijo contra el cabello de Clarke, ambas se habían envuelto en un cálido abrazo nada más alcanzarse. Se separó un poco y tomó sus mejillas para darle un beso, otra cosa que también andaba necesitando. —Y esto también lo estaba deseando.

Clarke sonrió contra sus labios y la besó un par de veces más.

—Yo también te he echado de menos. —murmuró la veterinaria, mirándola a los ojos con intensidad antes de fruncir el ceño. —¿Y tu hermana?

—Oh, Jess fue al baño. —explicó. —Se supone que quería darnos cierto margen para reencontrarnos a solas.

—Qué atenta. —sonrió Clarke, agarrando su barbilla para tirar de ella. —Se lo agradeceré, pero ahora quiero aprovechar la ventaja que nos dio.

Se besaron de nuevo en medio del aeropuerto, entre un ir y venir de gente que iba a sus asuntos. Nadie las miraba, pero tampoco les habría importado, porque sentían como si estuviesen ellas solas allí. En cualquier caso, tan solo se estaban dando besos lentos y tiernos, nada escandaloso ni para más de dieciocho. Estaba distraída en los labios de Clarke y en la forma en que metió sus manos en los bolsillos traseros de su vaquero y la atrajo más hacia sí, chocando sus cuerpos de nuevo, cuando escuchó un silbido tras ellas, seguido de la voz de su hermana.

—Igual debería haber hecho un poco más de tiempo en el baño. —dijo Jess con una sonrisa y alzando las cejas. Consiguió que se separaran un poco y que a Clarke se le sonrojasen las mejillas, tan adorable. —Por fin nos conocemos, cuñada.

La veterinaria no se esperaba, quizás, algo tan efusivo por parte de Jess, no teniendo en cuenta que ella misma había tardado meses en dar un paso físico en su relación, pero su hermana era rápida, directa y cariñosa. Rodeó con sus brazos a Clarke y la abrazó con fuerza, de una forma que para nada decía que recién se acababan de presentar. La rubia se quedó un par de segundos quieta, hasta tensa, puesto que no acostumbraba a permitir que nadie invadiese su espacio personal sin permiso, físicamente era muy suya, pero luego se relajó y respondió al abrazo.

—Encantada de conocerte, Jess. —dijo la rubia cuando se separaron. —Lexa habla mucho de ti, bueno, y de todos los Woods.

—Lo sé, es que no sabe vivir sin mí. —bromeó su hermana, fingiendo un gesto dramático.

Somos irrepetiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora