El verano había pasado rápido y monótono.
Cumplió sus veintiséis años en julio, dos semanas antes de que Adam cumpliese los cinco añitos, cómo pasaba el tiempo.
Su cumpleaños y el de su sobrino fueron los únicos eventos que la sacaron de la aburrida rutina en la que se había tornado su vida en los últimos años, más especialmente desde el comienzo pandémico. Si bien había tenido alguna que otra cita fugaz con unas pocas personas que conoció a través de una conocida app de ligues, ninguna de ellas había sido lo suficientemente interesante como para continuar en una segunda cita. Joder, es que odiaba quedar a través de aquella app o cualquier útil similar, era casi una ruleta rusa. Había utilizado la sillita de Adam en su coche para espantar a algún que otro insistente, de estos que veían la sillita de niño pequeño y sus ojos se desorbitaban preguntando: «¿Tienes un hijo?». Y ella no mentía, pero tampoco decía la verdad, solo se quedaba mirando a la persona en cuestión con carita de fingida inocencia, dando por supuesto que entenderían un «Sí», aunque en realidad era para su sobrino.
Tres citas en todo el verano, era su propio récord, y no uno que quisiera batir de nuevo. No le gustaban ese tipo de quedadas con casi desconocidos que, a la misma vez que hablaban con ella, lo hacían con decenas de chicas más. No le apetecía gastar su tiempo en conocer a una persona con la que no iba a llegar a nada, teniendo que molestarse en aprender su nombre, su cara, sus gustos, su historia... Todo, y para nada, porque, en el fondo, desde el principio sabía si una persona duraría a su lado o no, o si ella la aguantaría o tampoco. Era ese don que le decía «Aquí tampoco es», uno que se había vuelto un pelín irritante al recordar, una y otra vez, a aquella chica que había visto a la salida del colegio el último día de clases antes de verano, cuando se retrasó en ir a buscar a Adam y esa increíble mujer de ojos verdes se plantó junto a su vehículo, de ventanas tintadas, para acicalarse un poco antes de entrar a la escuela donde estudiaba su sobrino. Desde aquel día, y ya que seguía trabajando en el Chez Granny y yendo asiduamente a casa de su hermano, todos esos lugares en el mismo barrio que el colegio Future Bay, se dedicó a observar casi compulsivamente a todas las personas que paseaban por sus calles. La buscaba a ella, pero nunca la encontró. Era realmente frustrante.
En cualquier caso, aparte de esas tres citas desastres con tres personas diferentes, con las cuales ni siquiera alcanzó a intercambiar un beso, por más que todas de ellas mostraron interés, su cumpleaños y el de Adam fue lo único fuera de rutina. Además de ponerse la vacuna de Moderna y pasarse tres días con fiebre por la segunda dosis.
Su cumpleaños fue una fiesta familiar y con sus amigos, con tarta y algunos regalos útiles, como ropa y un microondas nuevo, ya que el suyo se había estropeado hacía unas semanas. Luego, a la noche, Lola y Lucas, con sus respectivas parejas, salieron con ella para celebrar en modo más adultos, brindando con unos chupitos de vodka en su casa antes de salir a la discoteca de moda para bailar y reír todos juntos, sin intención de buscarle ligues, como sí ocurría en otras ocasiones, solo pensando en disfrutar y pasar una buena noche entre amigos. El cumpleaños de Adam fue similar, pero sin la parte nocturna, una fiesta en el jardín trasero de la casa familiar, Mark y Diego eran los únicos con ese privilegio en su hogar, ya que el resto de Griffin vivían en pisitos. Fue una celebración muy divertida, con la familia, también algunos amigos adultos de los padres, Lola y Lucas, que adoraban a Adam casi como si fuera su propio sobrino, y un buen puñado de chiquillos, compañeros del cole de su niño.
Y así se había acabado el verano, empezando de nuevo el tráfico, el exceso de gente en las calles y un aumento considerable de su trabajo en el Chez Granny. Durante la temporada estival daba gusto conducir por la ciudad, había relativamente poca gente, los chavales estaban de vacaciones y muchos se iban de viaje fuera, pero era empezar septiembre y adultos y no tan adultos llenaban las calles, así como acudían más a la hora de desayunos y comidas al restaurante. El verano hacía que su jornada laboral fuese mucho más tranquila, pero también aburrida, así que, aunque odiaba el tráfico, le venía bien el aumento de afluencia propio de septiembre.
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Somos irrepetibles
FanficClarke Griffin es una amante de los animales, veterinaria de formación, aunque trabaja de camarera hasta encontrar algo de lo suyo. Afortunada a nivel familiar, pero sin suerte en la vida laboral ni emocional, ya ni recuerda cuándo fue la última vez...