5. Nueva etapa

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La universidad o los estudios superiores. Esa maravillosa fase en la que alcanzas la mayoría de edad, empiezas a conocer el verdadero significado de la libertad y cambia tu percepción en la mayoría de los temas. También es una periodo de redescubrimiento, tras la complicada adolescencia radical, viene un ciclo de adaptación a la madurez, la mente crece, se desarrolla y profundiza muchísimo desde los dieciocho hasta los veinticinco, aproximadamente. Aunque cada quién puede tener sus propios tiempos según sus particularidades.

Lo que para ella significaba esa nueva etapa era dejar atrás al instituto, todo lo que un día conoció y a lo que se adaptó. «Empezar de cero». Esa era la idea enfocada en estudiar en la Universidad de Colorado en Denver, cerca de la Estatal Metropolitana, donde Nyam cursaría su grado, el mismo que su hermano mayor, Kian, que estaba en su último año de formación. Annie se quedó en la universidad de su ciudad, al igual que Georgia, estudiando ambas derecho en la misma facultad; mientras que Yumei se había mudado con su abuela a Japón, de donde era, para estudiar en una prestigiosa universidad de nombre casi impronunciable. Más importante que sus compañeras de baloncesto, con las cuales quedaba casi todos los fines de semana, incluso realizando videollamadas a Yumei durante esas salidas para tenerla presente, y a las cuales quería mucho, era Liv, pues su mejor amiga era casi su hermana, pesara a quien pesara, siempre estaría encima de cualquiera. La albina pensaba estudiar formación profesional en administración y auxiliar de centros médicos, lo cual se estudiaba en una Escuela Superior, no en una Universidad; aunque tenía opción de estudiarlo en Wyoming, se fue con ella a Denver, matriculándose en la Academia Concordia.

Tener cerca a Liv, Nyam y Kian, además de conservar su amistad con el resto del equipo, incluso con Yumei, a miles de kilómetros de distancia, era algo muy bueno para su vida social y personal. Con todo, en la Universidad de Colorado de Denver, o UCD para abreviar, estaría «sola», pues no conocía a nadie matriculado allí, ni de sus amigas ni ninguno de sus tantísimos primos. Lo tomó como algo bueno, una oportunidad de conocer gente nueva, cambiar de los aires espesos del Harmon por momentos y, quizás incluso, encontrar el amor entre todos esos rostros que salían de la pubertad y comenzaban el primer pasito de la vida de adulto.

Además de todo ese gran cambio que afrontaría con el inicio del curso, se sucedieron otros que le atañían a ella por su trayectoria particular, una que no compartía con la inmensa mayoría de la población. Al cumplir los dieciocho en mayo de ese mismo año, un mes después, se hicieron los dos años desde el principio de su transición, dando por completada la etapa TVR del protocolo y pudiendo acceder al cambio legal en el registro de nacimiento. Aprovechando que el Estado de Wyoming tan solo mencionaba el hecho de que una persona transgénero debía haber comenzado su transición de algún modo, sin especificar el grado de cambio, pudo hacerlo bajo el amparo de la ley, siendo, por fin y de cara a toda la burocracia, una mujer legalmente. Aprovechó también el verano para sacarse la licencia de conducir, con el fin de facilitar sus traslados diarios desde Ranchettes hasta la universidad junto a Liv, en las casi dos horas que duraba cada trayecto, su amiga hacía la ida y ella la vuelta, agotadores ambos recorridos.

En cualquier caso, y ahora que su transición estaba muy avanzada en cuanto a los límites que alcanzaría con la hormonación, le tocó enfrentarse a las preguntas que el doctor Raway le había hecho en su primera consulta, y que tantas veces había tratado con la psicóloga Lorraine Jenkins en sus citas mensuales. Después de un ajuste en la hormonación, rebajando los estrógenos controladamente y cambiando los bloqueadores de testosterona por unos más suaves y que le devolvieron cierto nivel de libido, tocó decidir si quería realizarse alguna cirugía en ese momento. Se miró al espejo desnuda durante horas, en días y periodos distintos, siguiendo las indicaciones de Lorraine en cuanto a verse, analizarse y amarse, a sí y a su propio cuerpo. Veía sus pechos de un tamaño aceptable, no habían crecido exageradamente, pero tenía un busto bonito y acorde al resto de su anatomía, ya feminizada; Liv le había contado las penurias de tener las mamas demasiado grandes y, siendo la única persona a la que permitió conscientemente ver sus pechos desnudos tras esos dos años, aparte del doctor Raway, su amiga siempre le señaló que ella los veía perfectos como estaban. Los observó y los tocó, realmente le gustaban, y, al paso de algunas semanas más, incluso se atrevió a mostrárselos abiertamente a su madre y a su hermana, preguntándoles, también a Beth Martin y a sus compañeras de las Purple Panthers. Todas coincidían en lo mismo, los veían bonitos y perfectos para su figura, pero, también fue respuesta unánime: la decisión era suya.

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