24-Siempre nos falta algo

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La cremallera se deslizó arduamente y al mirar dentro de la mochila me encontré con una caja la saqué con delicadeza y la observé sobre la mesa. Tyler acarició mi mano, la cual temblaba con fuerza, cogí el paquete y lo abrí con la llave que llevaba en mi bolsillo.

Al abrir la caja, dentro de esta me encontraba en primer lugar con una nota doblada que saqué y dejé sobre el sofá, lo que quedaba de contenido dentro de la caja era unas llaves y fajos de dinero.

— ¿Por qué mi padre guardaría esto?—Le pregunté a Tyler

— No lo sé, pero deben haber al menos tres cientos mil euros en billetes—Contestó él.

Cogí la nota que había dejado sobre el sofá y la comencé a leer en voz alta.

Sé que serás tú quién la lea, porque nadie sería capaz de entender el mensaje

hija, sé que quizás toda la situación te sobrepase o ni si quiera sepas que es

lo que está pasando. Un día, Bill Widler, nuestro antiguo vecino se presentó

en casa. Me dijo que me necesitaba porque esos hermanos confiarían en mi,

pero era todo una trampa. El FBI me engañó, prometieron cosas que no cum-

plieron y quisieron jugar conmigo. Bill y su hijo, me engañaron y fui tan estú-

pido de creerlos.

Empecé a trabajar para dos hombres del negocio del juego apellidados

Michels, Rob me los presentó en su boda e hice muy buenas migas con el

pequeño. Durante un tiempo trabajé para ellos y eramos prácticamente fami-

lia. Días antes de guardar esta nota, Bill me llamó diciéndome que yi había

escondido información al FBI, pero la verdad es que no. Los Michels me

trataron como si fuera de su familia, mientras que Bill solo me utilizaba

sin siquiera recibir algo a cambio. No sé que será de mi, no pienso permi-

tir que dos buenos hombres vayan a la cárcel y pues bueno yo estoy enfer-

mo. Hace un mes que me detectaron metástasis cerebral, por lo que me

queda poco tiempo. No quise decírtelo porque volverías a Nueva York

y sé que aquí no serías feliz. Disfruta de tu vida, ríe, llora, ama y vive,

no permitas que nadie te quite el privilegio de vivir y mucho menos tener

que vivir en contingencia. De vivir con miedo a lo que sucederá o con la

inseguridad de que algo pase. Vales más que eso Triana.

En esta caja también te he dejado algo de dinero en efectivo y unas lla-

ves de una pequeña casa, por si alguna vez necesitas huir. La casa está a tu

nombre en un pueblo de Canadá, donde conocí a tu madre. Si es necesario

podrás comenzar de nuevo en un sitio donde nadie te conocerá. No confíes,

no les des ese privilegio sobre ti. Porque una vez lo hagas te torturarán

con ello.

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