Segunda oportunidad, mi estrella guía

La ansiedad en la sangre II

Narración primera persona

Mi nueva vida no hacía más que mejorar, no solo había podido conocer de manera personal a Jotaro sino que ahora ambos somos buenos amigos y casi puedo asegurar que he logrado hacerme un pequeño espacio en su vida y como puntos extra incluso mi relación con Holly es maravillosa.

Claro que no es lo único por lo que debo preocuparme, solo soy una estudiante de bachillerato y tengo que hacer malabares entre mis deberes escolares, mi vida social y mis extensas sesiones de entrenamiento personal.

Sobre la escuela parece que he logrado mantenerme en una buena posición, modestia aparte recuerdo bastantes temas académicos de mi vida pasada y eso me ha dado una ventaja significativa en clases, aunque eso a veces me hace sentir culpable. Por supuesto tampoco significa que hago trampa o algo así, en la medida de lo posible trato de ser buena alumna, poner atención, cumplir con mis deberes e incluso de vez en cuando termino estudiando junto a Jotaro quien puede ser muy inteligente pero también muy estricto conmigo.

Y es que más allá de su apariencia de rebelde, Jotaro es alguien bastante dedicado en la escuela cuando se lo propone, hay materias que disfruta visiblemente, tales como biología, ciencias, investigación, en fin. Una vez que llegas a conocerlo tienes que acostumbrarte al hecho de que es tan bueno repartiendo golpes como estudiando por largos periodos en la biblioteca de su casa para aprobar los exámenes.

¿Mi vida social? Bueno, básicamente solo se trata de salir con Jotaro a vagar sin sentido por la ciudad o pasar un tiempo libre en su casa o la mía. Y eso no es tanto porque yo esté embelesada con él sino porque las chicas del colegio me odian a muerte y los chicos temen recibir un golpe de Jotaro sí se me acercan así que por ése lado no había mucho qué hacer, solo ser una buena amiga.

Todas las mañanas y noches así como en los días en los que no tenía plan con Jotaro los aprovechaba para entrenar, era un poco exhaustivo y cansado para mí pero tenía muchos motivos para tratar de ser una mejor versión mía. En primera, intentar no quedar opacada al lado de mi monumental amigo, quien no solo parece ser una escultura griega sino que la genética familiar seguro obró maravillas y tiene un cuerpo de acero; eso por una parte y por otra que me encanta salir victoriosa de las constantes peleas callejeras en las que termino y en que las que probablemente terminaré metida en el futuro, aunque esas serán las más peligrosas por lo que procuro nunca dejar de entrenarme.

Si, de alguna manera había terminado por hacerme a la idea de mi nueva vida, al inicio tenía muchas dudas y preocupaciones, todavía las tengo pero no voy a ganar nada si solo me quedo sentada llorando. Había decidido dar lo mejor de mí y estaba cosechando muchos resultados positivos.

Pensaba que todo continuaría sin más problemas para mí hasta que en una tarde, mientras entrenaba en el jardín junto a mi stand escuché el teléfono de la cocina y corrí a contestar, era raro pero no inusual que de vez en cuando Jotaro y yo tuviéramos conversaciones telefónicas en su mayoría solo para coordinar alguna tarea o deber pendiente. Aún así no podía negar el hecho de que oír su voz del otro lado de la línea me alegraba muchísimo la vida.

-Que bueno que contestas a la primera, llegaremos mañana por la tarde, no puedo decirte alguna hora pero supongo que para cuando regreses del colegio estaremos ahí, procura tener la comida lista, te dejo- tan pronto como levanté el teléfono una voz femenina empezó a hablar tan rápido que ni siquiera pude decir algún saludo o al menos hacer una pregunta ante todo lo que me dijo.

Apenas y pude identificar que la voz pertenecía a una mujer y que probablemente estaba en un lugar atiborrado de gente pues de fondo medio podían distinguirse más conversaciones.

No tenía ni idea de quién había sido mi interlocutor hasta que mi mente hizo esa cosa de actuar automáticamente y la luz se hizo sobre mí, aquella mujer debía ser la madre de Umi. Fue extraño pero una parte de mí simplemente lo supo, probablemente al oír la voz o alguna cosa así, sin embargo había algo que empezaba a preocuparme.