Autoridad moral

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Narrador omnisciente

Umi había pasado toda la noche en vela, por más que trataba de distraerse con cualquier otra cosa su mente volvía una y otra vez a la pelea con Jotaro, su ex amigo. Nada más con recordar cómo todo se había vuelto un caos, las hirientes palabras que salieron de sus labios, su odio, las lágrimas fluían nuevamente como si no hubiera un mañana. El piso a su alrededor estaba cubierto de pañuelos arrugados, su ropa hecha un desastre, el cabello desaliñado. La imagen que proyectaba la chica en general era de la más profunda tristeza.

Cuando vio su reloj se percató que ya estaba cerca la hora de prepararse para ir a la escuela y, a pesar de no tener los ánimos para asistir decidió que no aún no era el momento de su derrota. Ya había llorado todo lo que tenía que dar por esa noche y con un nuevo día tenía que buscar nuevas oportunidades y por sobre todo una solución a su situación.

Secó sus lágrimas, se levantó del piso y rápidamente buscó en su clóset el uniforme más limpio e impecable que tuviera, se dio un baño rápido que le ayudó a despejar un poco su mente y se arregló en tiempo récord. Se paró frente al espejo de cuerpo completo que tenía en la casa y se dio ánimos a sí misma.

-Vamos, tú puedes hacerlo Umi, pasaste por muchas cosas para llegar a este momento, a este lugar, te has estado preparando muchísimo para esto. No desperdicies esta oportunidad. No es momento para tirar la toalla, tú no eres así, eres alguien fuerte, puedes hacerlo, puedes hacerlo, vas a hacerlo. Sí o sí tienes que arreglar las cosas con Jojo-

La imagen que se reflejaba en el espejo le dio confianza, verse tan linda y fuerte al mismo tiempo le daba seguridad, la joven del espejo le dio un alentador guiño en señal de ánimo para empezar la misión del día. Si acaso tenía que hacer algo con sus ojos hinchados de tanto llorar, afortunadamente su Engel Violet podía ayudar con eso.

En cuanto el stand salió y empezó a mejorar el aspecto de su mirada eliminando la rojez e hinchazón Umi pensó "tú, yo, las tres podemos ser de gran ayuda para Jotaro, para todos aquí. No podemos hacernos a un lado, nuestro momento es ahora"

Sí conocía bien a Jotaro, y lo hacía, este buscaría salir de su casa para alejarse unos momentos de su madre, de su abuelo y de Avdol así que el primer lugar para buscarlo sería la escuela, era un buen lugar para hablar con él pues el que hubiera tantas personas seguramente evitaría que ambos empezaran a pelear, si no lo veía por ahí simplemente escaparía de la escuela y lo iría a buscar a todos los lugares que sabía que Jojo frecuentaba. Tanto tiempo de amistad no había sido en vano, Umi conocía bien los hábitos del pelinegro y aunque no quería verse como una acosadora en eso mismo basaba sus esperanzas para poder hablar con él y reconciliarse.

Con su determinación al tope Umi salió de casa, como primera parte de su plan pensaba ir a esa tienda donde le vendían cigarrillos sin importarles si era menor de edad, tal vez fuera trampa pero un poco de nicotina para calmar al pelinegro sería de muchísima ayuda. Claro que, la tienda quedaba lejos y en un camino algo alejado del habitual pero de todos modos, conociendo la terquedad de Jotaro este ni siquiera se pararía en el punto de encuentro de los dos, así que no tenía nada que perder.

Ya con una cajetilla en su poder y viendo que la hora de entrada estaba cada vez más cerca decidió meterle velocidad a sus pasos, afortunadamente conocía un atajo por donde llegaría rápidamente a la escuela evitando el largo pasillo y las escaleras principales.

Pequeñas lágrimas amenazaban con salir pues recordaba con tristeza todas las veces que recorría el camino principal con Jotaro riendo y charlando como buenos amigos con todos los demás estudiantes observando con envidia cómo ella había logrado lo impensable, amistar con Jojo.

"No más lágrimas hoy" pensó con fuerza "todo va a salir bien, hoy será un buen día".

O al menos eso pensaba hasta que, a la distancia, pudo ver el gigantesco cuerpo de su amigo cayendo por las escaleras del camino principal. Corrió lo más rápido que pudo, abriendo los brazos como si ridículamente pudiera atraparlo y cargarlo fácilmente, ni siquiera tuvo tiempo de gritar o razonar el por qué esa escena se le hacía ligeramente familiar.

Segunda oportunidad, mi estrella guíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora