Maldiciones

997 105 72
                                    

Narrador omnisciente

Gracias a las sensaciones del frío piso y la textura de la ropa sobre su piel Jotaro supo que había recuperado el sentido que el stand de Umi le había quitado. Se levantó rápidamente solo para ver cómo su madre regresaba a la casa con pequeñas lágrimas en sus ojos, al parecer no había logrado alcanzar a la chica.

-Jojo ¿Cómo pudiste decirle eso? Ella solo quería evitar que ustedes pelearan- dijo Holly con la voz quebrada.

-Mis disculpas señora Holly, no debí precipitarme de esa manera- Avdol fue el primero en disculparse, sabía que su participación había desencadenado en la huida de aquella joven y realmente se lamentaba por haber empeorado la situación.

Ya de reojo había visto la discusión entre ambos jóvenes, razón por la que había creído posible que el stand del pelinegro terminara atacando a la joven. Aunque ahora que lo analizaba mejor, el rostro de la chica nunca había reflejado miedo, ni siquiera cuando el stand morado había alzado sus puños como amenaza. Al parecer Umi confiaba en que no sería golpeada, tal vez de no haber intervenido, esos dos habrían hallado una forma de arreglar su pelea.

Jotaro por su parte solo se levantó, se sacudió el polvo de la ropa y entró a la casa sin darle explicaciones a ninguno de los presentes. Cruzó todo el espacio a grandes zancadas y fue a encerrarse a su cuarto para no ser molestado por nadie, ya había tenido suficiente por ese día.

No solo había venido a enterarse del bendito legado familiar con el que cargaba, había que añadir a la fórmula esa especie de fantasma, espíritu, stand o como quiera que se llamara la cosa esa y como cereza del pastel se había enterado de que Umi, la única amiga que había tenido en muchísimo tiempo le había estado mintiendo descaradamente por más de un año.

Jotaro se acostó en la cama, pero con todas esas cosas haciendo ruido en su cabeza era obvio que no podría dormir, era mucha porquería para procesar y esta vez, tendría que hacerlo a la antigua, solo.

No podría ir con su madre y hablar de todo eso, ella ya se había visto demasiado asustada con el tema del tipo ese, del tal Dio, como para andarle recordando todo el asunto otra vez. Afortunadamente no se había puesto a gritar o llorar en la cafetería, seguramente porque se sentía protegida al estar entre Jotaro y Umi, era algo que siempre solía decirles, que tenerlos a ambos cerca la hacía sentir feliz y tranquila.

El viejo se veía medio loco, por no decir senil, tenían años de no verse y aunque de niño solía verlo como un hombre increíble y cool, ahora se veía como alguien... excéntrico por decirlo amablemente. Un viejo musculoso, con poderes raros y millones de dólares para gastar a lo desgraciado no sonaba a una buena combinación. Aparte de todo era en extremo ruidoso ¿Todos con los genes Joestar también son ruidosos? Probablemente no, él no era así, y ojalá no se volviera un escandaloso con el paso de los años, tal vez debería crear un recordatorio mental para pedirle a Umi que si en el futuro él se volvía como su abuelo mejor le diera un tiro en la cabeza.

El que más o menos se veía decente para tener una conversación era el egipcio de nombre peculiar ¿Avdol? Eso omitiendo el hecho de que lo había golpeado, quemado, se había burlado de él e incluso había tenido gestos muy extraños para con Umi.

No sabía de qué demonios había hablado con la chica en el taxi camino a la cafetería pero al bajar no le había pasado desapercibido cómo le abría la puerta del carro o cómo le había pasado la servilleta en la mesa, para rematar también había intentado hacerse el héroe con ella ¿Qué demonios buscaba el egipcio ése con su amiga?

Una vez más, sus pensamientos terminaban en el mismo lugar, más bien en la misma persona, Umi. Las cosas entre ellos dos se habían vuelto extrañas e incómodas desde que el bendito espíritu, el stand, la había lanzado contra la pared.

Segunda oportunidad, mi estrella guíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora