Ataque

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–Tienen diez– soltó el maestro.

Reki suspiró aliviado mientras entregaba al muñeco. Después de todo, podría ser un buen padre.

–Bueno, una preocupación menos– lo abrazó Langa por los hombros.

–Sí– se sonrojó.

Aún seguía algo impactado por la noticia de gustarle. Sin embargo, no podía negar que disfrutaba tenerlo cerca. Incluso le emocionaba saber que lo encontraba lindo.

–¿Nos vas a acompañar al cine hoy?– le preguntó.

–Oh, sí, ya pedí permiso–.

–Genial, entonces Joe y yo te recogeremos– le guiñó el ojo –Por cierto ¿Quieres que nos dividamos el pago del combo?– empezó a avanzar por el pasillo.

–Me parece bien– lo siguió.

Al caer la tarde, Reki acababa de terminar de arreglarse. Lucía una sudadera diseñada por él mismo, una chaqueta negra encima y unos pantalones ajustados. Se delineó los ojos como siempre y se miró al espejo. Esbozó una ligera sonrisa.

Eran pocos los días en los que se podía considerar enserio lindo y este era uno de ellos.

Pensó en su calzado. Encontró un par de botas que quedaban perfectas con su conjunto. Pero odiaba usarlas, ya que eran muy incómodas.

Se lo pensó un rato y terminó poniéndoselas. Después de todo, la belleza cuesta.

Escuchó un claxon y bajó corriendo.

–Diviértete en tu cita– le dijo Koyomi.

–No empieces– le revolvió el cabello –Vuelvo en la noche ¿Quieres que te traiga algo?–.

–¿Se puede un cuñado?–.

–Le dije a Langa que quería mantener una amistad y él lo respeto. Haz lo mismo–.

–Entonces traeme aunque sea unas gomitas–.

–Trato hecho– salió.

Subió al auto en la parte trasera junto a Langa. Se sorprendió al también encontrar a Cherry en el asiento de copiloto junto a Joe. Sobre todo porque creía que Adam le había prohibido seguir juntándose con él.

Durante el camino hablaron de trivialidades. También recogieron a Miya, quien se sentó a lado de Reki.

El pelinegro le agradaba mucho, pero se incomodaba cuando se comportaba coqueto con él. Al principio creía que se trataba de un juego y que era así con todo el mundo, pero la falta de disimulación de los celos de Langa lo hizo darse cuenta de que estaba equivocado. De todas maneras seguía sin estar seguro de si le gustaba o solo le gustaba jugar con él.

El asunto lo tenía confundido.

Miya era el deseo de toda la escuela. Incluso el suyo, pero ¿Entonces por qué ahora se sentía raro?

–Oye, Reki, estoy seguro de que si usaras esos pantalones en la escuela serías mucho más popular– lo abrazó por los hombros –Esas piernas no pasarían desapercibidas–.

–Miya, ya basta– le lanzó Langa una mirada asesina –Vas a incomodarlo–.

–Ustedes nunca me dejan divertirme– se quejó y lo soltó.

–Consíguete una novia mejor– se burló Joe.

–Primero debe conseguirse tiempo. Siempre está en entrenamiento, la pobre chica se cansaría de esperarlo– habló Cherry mientras se maquillaba el ojo.

–No me interesan los noviazgos. Soy joven aún, con acostones de una noche me conformo–.

–Algún día encontrarás a alguien con el que querrás pasar la vida entera y me reiré mucho cuando pase– dijo el peliverde.

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