Agrietado

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–Él me llamó– suspiró Langa –Y sonaba muy asustado. Yo solo quería ayudarlo, pero lo arruiné al perder el control– miró a Hiromi –Seguro Reki no quiere saber ya nada de mí.

–Langa, solo cometiste un error ¿Te disculpaste?– respondió el psicólogo.

–Pero claro que lo hice– se recostó en el sillón –Pero él ni siquiera quiso escucharme.

–Entonces solo dale tiempo.

–¿Uh?

–Langa, los dos sabemos que Reki es un chico muy sensible. Es normal y muy válido que se sienta molesto, pero son amigos. Dudo mucho que te deje de hablar por siempre.

–¿Y si es así?

–No será algo de lo que no te puedas levantar– esbozó una cálida sonrisa –Pero bueno, ya es hora y tengo otra cita que atender– se levantó y le dio una palmada en la espalda.

El peli celeste soltó un pesado suspiro y abrió la puerta. Quedó helado al ver al pelirrojo esperando en una de las sillas.

–Hey– le sonrió con incomodidad.

–Compermiso–lo pasó de largo y entró a la sala.

El mayor tan solo soltó un pesado suspiro y metió las manos a sus bolsillos. Una parte de él se encontraba feliz porque Reki siguiera con su tratamiento, pero seguía herido por su pelea.

Miró su celular y revisó su chat con Reki. Ya le había mandado como mínimo 50 mensajes pidiendo perdón, pero el pelirrojo ni siquiera los había visto.

Su mente apenas y podía despejarse por unos cuantos minutos debido a ese tema. Lo cual consideraba era algo horrible. Tenía que concentrarse para sus próximos parciales, pero tampoco quería dejar pasar tanto tiempo para reconciliarse con él. Y al mismo tiempo tenía miedo de encontrarse con su grupo. Aunque los conocía de ya buen tiempo, no estaba seguro de cómo muchos (O bueno, Adam) reaccionarían.

Sacudió la cabeza. Debía dejar de sobrepensar o todo sería peor. Sin embargo, seguía recordando su rostro en cuanto bajó de su carro.

Parecía herido y decepcionado, pero ¿Decepcionado de quién? ¿De él mismo o de Langa? O tal vez de Miya, Adam y Cherry.

Chocó contra alguien. Tal vez debió agradecer ese suceso, ya que de no ser por él jamás se hubiera despejado.

–Lo siento– masculló.

La chica se le quedó viendo durante un rato y acto seguido susurró algo al oído de otra personas a su lado.

Langa frunció el ceño confundido y siguió con su camino.

Fue entonces que se dio cuenta de la cantidad de miradas que habían sobre él. Varios estudiantes revisaban sus teléfonos y luego alzaban los ojos para observar al peli celeste con detenimiento.

–¿Pero qué?– susurró.

Se acercó a uno de los grupos y les arrebató el celular.

Sintió como si el mundo se detuviera por unos segundos.

Vio como Reki besaba a Miya. Debía tratarse de la fiesta del otro día.

Su corazón ardía como el fuego más puro y ardiente. Sentía una ira incontrolable recorrer su cuerpo.

Devolvió el teléfono y caminó a paso veloz hacia la cancha de fútbol. Ahí encontró al pelinegro conversando con el equipo.

–¡Chinen!– gritó.

El menor lo miró y se acercó a él.

–¿Qué pasa, Snow? ¿Necesitas algo?

–Eres un hijo de puta– le respondió.

–¿Perdón?– frunció el ceño.

–¿Acaso planeabas contarme sobre lo que pasó en la fiesta? Si Reki no me hubiera llamado ¿Me habrías dicho lo mal que se puso?

–¿A qué viene todo esto?

–Nada, solo quiero saber que tan honestas son mis supuestas amistades.

Miya tragó saliva –Si Reki se hubiera puesto peor o no hubiera encontrado la manera de calmarlo, yo mismo sería el que te llamara– dijo –Y Langa, de verdad lamento que esto haya pasado. Yo no estaba pensando cuando le dije que tomara eso, me deje llevar por la fiesta y...

–¿Pasó algo más mientras estaban drogados?

–No, lo que ya te contamos fue todo.

–Oh, genial. Entonces me debo creer que el video que todos están viendo es un trabajo de edición muy bien hecho– contestó.

–¿De qué hablas?

–¡Hablo del beso, Chinen!– gritó.

–Mierda, te enteraste de eso– susurró.

–¿Esperabas que no? Todo el maldito mundo me está observando como si fuera un payaso– se cruzó de brazos.

–Oye, amigo, no sé por que estás tan molesto.

–No te atrevas a llamarme amigo– lo tomó por el cuello de su camiseta –Nosotros ya no somos más que desafortunados conocidos.

–¿Qué?– murmuró con cierta tristeza.

–Felicidades, Miya, cobraste tu venganza. Yo te golpeo y tú me humillas públicamente besándote con el chico que todos saben me gusta.

–¿Humillarte?– hizo una mueca –Langa ¿Viste siquiera el video completo?

–¿Y qué caso tendría?

–¡Tú le gustas!– lo empujó –Él me besó y luego dijo tu nombre– chilló –Y adivina que, a mí también me gusta Reki. Lo invité a salir y me rechazó.

–¿Qué? ¿D-de verdad?

–Si– desvió la mirada –Así que déjame en paz ¿Quieres? Por que en lo que a mí respecta, el único humillado soy yo– le dio la espalda.

–Miya, yo lo siento. Sobre lo que dije.

–No te preocupes– lo vio de reojo –Por que ya tampoco yo quiero ser tu amigo– se fue.

Langa se quedó quieto. Nunca supo si el ir corriendo tras él hubiera arreglado algo o solo empeorado las cosas.

Una lágrimas resbaló por su mejilla. Sentía estar perdiendo todo, sobre todo su forma de ser.

Se supone era alguien calmado y pacifista ¿Qué le estaba pasando? No había actuado así desde...

Nunca había actuado así desde que se separó de su madre.

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