Promesas XXIII

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Promesas

Naruto sonrió cuando el suave ronquido llego a él. Miró a un costado, en el sofá donde estaban Hinata y Boruto. Su pequeño se había quedado dormido en medio de la película. La escena le llenó de ternura. Boruto con la cabeza en las piernas de Hinata, mientras ella tenía sus delgados dedos en su cabello, sus uñas pintadas de blanco acariciando su cuero cabelludo.

Su niño era tan inteligente, y ocurrente. Tenía una mezcla de ambos, siendo inteligente y rápido para los números, su carácter alegre, pero también maduro para su edad. No sólo se parecía físicamente, había sacado lo mejor de cada uno.

Hinata se estiró por el control a distancia de la televisión y pauso la película infantil de Netflix. Ella le sonrió.

-Se quedó dormido-, murmuró.

Naruto sonrió más, sus mejillas dolían por la forma en que los músculos de su rostro trabajaron ese tarde noche.

-¿Quieres que lo lleve?- preguntó al ver la mueca que hacía Hinata mientras intentaba acomodarlo en sus brazos.

Ella dudó, pero Naruto se levantó del suelo y se acercó, extendiendo los brazos. Hinata terminó sonriendo mientras le explicaba como agarrar al niño para que no se despertará. Naruto lo hizo, con cuidado y como si él estuviera hecho del cristal más hermoso del mundo. Él se levantó con su hijo en brazos mientras Hinata se estiraba. Naruto no había querido quedarse mirándola fijamente, pero no pudo evitarlo. Sus pechos se alzaron y se apretaron contra su remera, sus brazos se alzaron y sus piernas se tensaron.

-Vamos a ponerlo en la cama-, dijo Hinata mientras terminaba de estirarse, sin darse cuenta cómo él la observaba.

Ella se volvió para tomar al kyubi nuevo del sillón y le hizo una seña para que la siguiera.

Naruto lo hizo, pero en vez de mirar el camino, tenía la mirada clavada en la parte donde la tela se tensaba atrás. Su trasero era grande y parado y Naruto intentó duro no babear. Su sangre comenzó a correr caliente por su cuerpo, su corazón golpeó más duro, y sintió el revoloteo en su estómago. Eso que siempre le pasaba cerca de Hinata.

Ella al fin, abrió una de las puertas al final del pasillo y entró prendiendo una pequeña luz que se conectaba al enchufe de al lado de la puerta.

-Le teme a la oscuridad, pero con una de estos él no tiene problemas para dormir-, le comento antes de moverse a la cama individual.

Naruto la siguió, notando un cofre abierto con algunos juguetes y un armario con libros infantiles y juegos de mesa. Muchos juegos de mesa. Hasta que Hinata se inclinó para acomodar las ropas de cama, su mirada volvió allí. Ahí pudo notar que llevaba una pantalón corto abajo de esa remera, pero pudo ver parte de sus muslos rellenos y una porción de tela oscura. Hasta que Hinata se levantó y le sonrió, haciéndole señas para que lo acostara, se movió a un lado.

Naruto dejó con cuidado a su hijo y lo observó dormir. Su rostro más relajado, parecía más chico que cinco años y un hermoso y pequeño ángel. Él acomodó un mechón de su sedoso cabello, si bien era rubio como él, tenía el grosor del cabello de Hinata. Fino, sedoso y lacio, el suyo era más grueso, algo duro y ondulado si lo dejaba muy largo.

- Descansa...-, Naruto sonrió mientras se acercaba a su frente para besarlo suavemente-, hijo-, murmuró contra su piel suave y cálida.

Cuando se volvió, encontró a una Hinata mirándolo. Él se sorprendió al ver el destello de lágrimas en sus ojos, y cuando estaba por preguntar si estaba bien, ella bajó la mirada y se acercó a Boruto para desearle dulces sueños. Naruto también la observó, y ahora entendía porqué Hinata había tenido un reflejo sentimental. A él le pasó lo mismo. Su corazón se hinchó tanto, que podía sentir como quería hacer espacio entre sus costillas. En su garganta se instaló un nudo que casi le corta la respiración y parpadeó las lágrimas hacía atrás antes de que ella las notara.

Promesas (NaruHina 💕)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora