𝟳| 𝗖𝗨𝗘𝗦𝗧𝗜𝗢́𝗡 𝗗𝗘 𝗩𝗔𝗟𝗘𝗡𝗧𝗜́𝗔.

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El corazón me iba a un ritmo desenfrenado, cada pálpito se sentía más fuerte que el anterior.

─¿Hola?, ¡Cat, sé que estás ahí, puedo escuchar tu respiración! ─insistía Oliver al teléfono.

Ryan seguía buscando cosas sin parar en una de las repisas hasta que finalmente luego de unos minutos tomó una caja, en su interior habían algunas piezas que parecían ser de una cámara, el castaño soltó un suspiro y sin decir más apagó el bombillo, se giró sobre sus talones y abandonó el armario tras cerrar la puerta detrás de sí.

Me temblaban las manos y sentía unas alucinantes ganas de vomitar, no quería hablar con Oliver pero su insistencia me puso ligeramente preocupada.

─¿Qué quieres? ─lo cuestioné en un susurro casi que inaudible.

─¡Cat, Cat, por favor escúchame, tengo algo importante que decirte, nena! ─exclamó acelerado.

Tensioné la mandíbula y me dispuse a escuchar cualquiera que fuese la excusa o estupidez que estaba a punto de decir.

─Sé que quizás no me perdones nunca por lo que pasó, pero tengo una maravillosa noticia, ¡Cat, estoy en California, vine por ti, nena! ─exclamó emocionado.

Sus palabras se sintieron como un golpe en la tráquea.

Un suspiro de tristeza salió liberado de mi boca, fue así que me alejé el teléfono del oído, toqué el botón rojo trancando la llamada y todo quedó en completo silencio mientras sentía una lágrima deslizarse por mi pómulo a toda velocidad.

Transcurrieron unos minutos y pude escuchar la puerta de abajo cerrándose con fuerza, luego se oyó el motor de un auto alejándose y supe de inmediato que finalmente se habían ido.

Seguí esperando por un rato sólo para estar completamente segura de que no había nadie y después procedí a escabullirme fuera del armario. Todo estaba oscuro y en silencio, era aterrador.

Mientras sostenía el collar con fuerza guardé el móvil en mi bolsillo trasero, caminé hasta el balcón de la habitación, me asomé con cuidado y al ver que estaba despejado abrí las puertas lentamente, crucé el umbral y las cerré nuevamente detrás de mí.

Me acerqué al barandal, deslicé una pierna y luego la otra, tomé impulso y con mucha agilidad logré saltar y aferrarme al pasamanos del balcón de mi habitación, con el corazón a mil me deslicé por encima de la barra metálica y en un hábil movimiento ya me encontraba nuevamente en mi recámara.

Salí corriendo en dirección al baño, me puse de rodillas frente al inodoro y descargué el contenido de mi estómago en el váter. Los nervios me habían causado malestar, las arcadas no paraban y eran tan fuertes que pensé que en cualquier momento me saldría vómito por los ojos y la nariz.

Luego de un largo rato logré calmarme un poco, fue así que me lavé la boca y regresé a la habitación. Tiré el móvil y el collar a un lado, también saqué el encendedor que me había robado y lo puse junto con las demás cosas, empecé a quitarme la ropa y una vez en bragas me puse una horrenda camiseta que encontré en el armario.

Busqué el maletín con el dinero que le había encargado a Sarah, estaba justo donde le ordené. Lo abrí y mientras mis ojos brillaban al ver los billetes guardé el collar en su interior para finalmente acomodarlo en su escondite de nuevo.

Caminé hasta la puerta para quitarle el seguro a la perilla y mientras veía a la nada intentando procesar todo lo que terminaba de pasar sentí un extraño vacío en el pecho.

Necesitaba sacar todo el estrés que llevaba acumulado dentro, debía liberarme o de lo contrario explotaría en cualquier momento.

Tomé mi móvil y tras desbloquear la pantalla empecé a buscar entre mis contactos, luego de unos segundos logré encontrar el número que buscaba y finalmente marqué.

PERFECTO DESCONOCIDO © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora