𝟭𝟬| 𝗠𝗼𝗡𝗲𝗬 𝗶𝗦 𝘁𝗛𝗲 𝗥𝗲𝗔𝘀𝗢𝗻.

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Él había logrado quitarme la ropa interior y por lo tanto mi pelvis se encontraba totalmente desnuda.

─Te juro que vas a disfrutarlo, linda. ─dijo mientras sacaba un preservativo de su cartera.

─Puto cerdo. ─respondí con dificultad.

─Oh, vamos, no finjas que no lo quieres, por Dios, sólo mira tu ropa, con esa blusa no dejas mucho a la imaginación de los hombres, además, ¿Qué clase de mujer decente se viste de esa manera?

Estaba realmente débil y aunque trataba de resistirme no servía de mucho.

─Vamos, abre las piernas. ─dijo acercándose para tomarme de los muslos y abrirlos con agilidad.

Pude verlo bajarse los calzoncillos y ponerse el condón sin apartarme la asquerosa mirada de encima.

─Te juro que... algún día voy a matarte. ─musité mientras lo veía acercarse lentamente en mi dirección.

Él deslizó sus manos por debajo de mis muslos y los levantó hacia arriba para tener un mejor alcance de mi entrepierna.

─Escucha, si me hicieras el favor de hacer silencio al menos yo sí podría disfrutarlo. ─dijo acomodando su miembro en la entrada de mi vagina.

Apretó mis piernas con tanta fuerza que me ardió la piel, su mirada se oscureció y el mundo se detuvo, mis ojos comenzaron a inundarse en lágrimas y creí morir en el instante que lo sentí abrirse paso mientras se clavaba con fuerza dentro de mi interior.

Comencé a llorar de forma incontenible y mi rostro se puso colorado de la ira, la tristeza y las ganas de vomitar.

─¡Mierda, no quiero ver esa puta cara, es aterrador, me quita las ganas! ─exclamó poniendo su mano sobre mi rostro y girándome la cabeza mientras me apretaba con fuerza.

Cerré los ojos intentando bloquear la sensación e inspiré profundo en medio de las lágrimas, estuve así por unos minutos y en cuanto abrí los ojos me estremecí al ver lo que tenía a escasos centímetros.

Era un pequeño recipiente con artículos de oficina, lápices, esferos, cinta adhesiva y un par de... tijeras.

Si tan sólo pudiera moverme, si la vida me diera la oportunidad de alcanzarlas quizás podría ponerle un fin definitivo a esta maldita tortura.

Sabía que podía, sabía que podía, mierda, claro que podía.

Cerré el puño e intenté mover el brazo, era como si lo tuviera sedado pero gracias al cielo luego de unos diez minutos logré empezar a recuperar la movilidad.

─Jesús, estás tan apretada. ─musitó el sujeto entre gemidos mientras me embestía con firmeza.

Luchaba todo lo posible por no vomitar pero sabía que en cualquier momento pasaría, incluso inspiré profundo tratando de canalizar la rabia y convertirla en energía, por una breve fracción de tiempo creí que no lo lograría hasta que sentí una corriente recorrerme el cuerpo a toda velocidad y fue allí cuando me sentí más fuerte que nunca.

Mis pupilas se dilataron por completo y como si hubiera recibido una descarga eléctrica mis músculos se contrajeron.

Es ahora o nunca.

Estiré la mano a toda velocidad y me sorprendí al ver lo ágil que había logrado moverme, atrapé las tijeras y las empuñé con todas las fuerzas que mi brazo me lo permitió, giré la muñeca y sin detenerme a procesar la situación sólo cerré los ojos y sentí las puntas de las tijeras hundirse hasta el fondo contra algo suave.

Empecé a apuñalarlo lo más rápido que pude, las embestidas se detuvieron y más adelante un líquido tibio y espeso comenzó a salpicarme en el rostro, abrí los ojos lentamente y pude ver que el sujeto tenía los ojos completamente abiertos y su boca formaba una perfecta O.

PERFECTO DESCONOCIDO © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora