Capítulo 20. Deseo

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"Lo malo del deseo es que cuanto más reprimes lo que sientes, más te obsesiona

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"Lo malo del deseo es que cuanto más reprimes lo que sientes, más te obsesiona."

NO, NO, NO, NO, NO, NO.

Esto NO podía estar pasando. No puede ser.

Lo había hecho. La había besado. Sucumbí ante cada uno de mis más bajos instintos y enredado por ella, por su encanto de sirena, me perdí y la besé. Besé a la mujer más intensa, grosera y seductora que había conocido. A la mejor amiga de mi cuñada. Mierda, esa mujer va a matarme si se entera de lo que hice con su otra mitad.

Cálmate hombre, no pasó nada malo. A mí me encantó.

Por supuesto. Si mi cómica conciencia parecía más que fascinada por esa mujer demonio. Pero yo no. Yo no era así, yo no soy así. ¿Pero a quién quiero engañar? Desde hace mucho tiempo que no sé quién soy en realidad, si es que alguna vez lo supe.

Eres un hombre que besó a una mujer hermosa.

Era cierto. Lo admito. La pelirroja es una mujer preciosa. Cuando se comporta puede llegar a ser encantadora. ¿A quién engaño? Siempre es encantadora. Y peligrosa. Muy peligrosa. La manera en la que me besó no es la de una dulce niña. No, por supuesto que no. Charlotte Evans es todo menos inocente. Ella es explosiva, seductora y una bomba a punto de explotar.

Pues explotemos juntos, métele tu dinamita entonces.

Idiota. Vulgar y grosero.

Miedica.

De acuerdo, ahora debía pensar muy bien qué hacer, cómo proseguir. Debo encontrar la forma de arreglar este desastre y hacer que todo esté correcto como debe ser.

¿Hacer? Nada, solo te acercas y le das otro beso. Para entrar en ambiente.

¿Estás loco?

¿Por esa mujer quién no perdería la cordura? Mírala por ti mismo, es impresionante.

Haciéndole caso a mi cabeza, miro a la preciosidad rojiza que se encuentra con esos preciosos ojos eléctricos cerrados. Sí, es impresionante. Su rostro se encuentra relajado en una clara y extraña muestra de paz, como si el mundo a su al rededor no fuera puro fuego. Como si ella no fuera una llamarada ardiente. En este momento sin ningún tipo de escrutinio público es cuando me permito admirarla libremente. Tiene varias pecas que le salpican la nariz y mejillas, las cuales no había notado antes. Probablemente el maquillaje las ocultaba, aunque no recuerdo haberla visto demasiado maquillada. Eso la hace más impresionante aún. Su belleza es natural y para nada artificial.

Lo sé, ese cuerpecito es natural y no plastic.

Suspiro fastidiado al escuchar a mi tonta conciencia, pero le concedo razón. Sí, parece que es natural. No es como si yo fuera experto en cirugías, pero cuando algo no es propio de uno suele notarse. Siguiendo con mi inspección, contemplo sus labios con cierto nerviosismo. Todavía están un poco hinchados por los besos compartidos. Suspiro agobiado sin poder evitarlo.

Prender fuego a la lluvia [en PROCESO Y CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora