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CAPÍTULO 17. Cordura
"Cuando de ella se trataba, toda razón se volvía inexistente".Ahí me encontraba otra vez. En un lugar que no era el mío, incapaz de conciliar el sueño. Desde que Alexander nos había pedido amablemente que nos fuéramos de su casa porque tenía planeada una velada romántica con su esposa, no podía dejar de atormentarme con ella. La mujer prohibida. Intocable. Esa que había calado en mí profundamente. Y es que, luego de años de desasosiego, apareció ella. Mi cuñada. Ámbar Williams de Balzaretti. Del Balzaretti incorrecto.
No.
No podía tener semejantes pensamientos. No podía magullar el nombre de mi hermano por mi simple egoísmo. Yo era el culpable de haberme enamorado de su esposa. O enamorarme de su ideal perfecto. De la esencia de una mujer amorosa y aguerrida. Lo que siempre quise para mí. El completo opuesto de su amiga pelirroja. Mi opuesto en todos los sentidos.
Los opuestos se atraen...
—Dios ten piedad— murmuro angustiado, escuchando esa irritante voz en mi cabeza otra vez.
Parecía que la locura de esa mujer comenzaba a instalarse en mi. Lo que me faltaba para completar mi terrible existencia. Ser atormentado por una molesta voz que parece fascinado por esa mujer.
Estás viendo y no ves...
Sí, tal vez tenía razón. Probablemente ya debería haber acudido a un manicomio. O podría haberme atrevido a enfrentar a padre. Enfrentarlo de una vez para poder seguir mis sueños. O lo mejor sería tomar mis cosas e irme muy lejos...sí, irme. Alejarme sería lo mejor. Al menos por un tiempo. ¿Por qué debería quedarme? ¿Por qué permanecer en un lugar en donde era infeliz? En donde la sombra de mis desaciertos, parecían aplastarme. No. Ya no podía vivir con ello. Con la afligida mirada de mamá, lamentándose por mi fracaso amoroso. Creyendo que la cruel Bianca había destruido mi vida por completo al romper mi corazón. Ni con las responsabilidades que padre colocó en mis hombros, quien no tenía idea de que tan infeliz me hacía el ser su sucesor en la empresa. Una empresa que era nuestro legado. Siempre lo repetía. Era nuestra herencia.
Y por supuesto, no podía seguir junto al descarado de mi hermano Donatello, completamente infiel y descarriado. Ni tampoco con mi inestable hermano Leonardo, quien podría revelarlo todo en un arranque infantil de los suyos. Pobre Theodoro, le tocaría soportarlo solo.
Y finalmente con Alexander. ¿Cómo podría siquiera mirarle a la cara, luego de haberle fallado tan irrespetuosamente? No podía seguir. No por el momento. Necesitaba un tiempo alejado para pensar...meditar. Incluso esta decisión parecía desafortunada, ¿pero qué más podría hacer? Necesito aire. Aire para poder esclarecer mi mente y sentimientos.
Tomando una de las mochilas que Leonardo había dejado desparramada en mi habitación antes de irse, meto mis pocas pertenencias en ella. Me apresuro a recoger mis cosas y dudo en escribir una nota de despedida.
Demasiado dramatismo
Sí, era cierto. Mejor mandaría un mensaje cuando estuviera lejos. Si es que lograba irme sin ser descubierto en mi deshonrosa hazaña.
Sin mirar atrás por pura cobardía, salí del hotel rápidamente logrando no ser intercedido por nadie.
—Al aeropuerto, por favor— pedí al taxista, quien me llevó en tan solo un par de minutos.
Admiro el aeropuerto público con cierta intranquilidad al no haber viajado nunca en uno. Ventajas de portar el apellido Balzaretti. Nuestro propio avión.
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Prender fuego a la lluvia [en PROCESO Y CORRECCIÓN]
Romance¿Cómo uno puede llegar a enamorarse de la persona más irritante, neurótica y quisquillosa del mundo? Dicen que el amor es una tragedia necesaria, ¡pero yo jamás pedí ser parte de esa tragedia! ¡Jamás! Charlotte Evans es una intrépida pelirroja que n...