Capítulo 16. Lunática

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CAPÍTULO 16. Lunática

"Antes de llegar a la cordura hay que perder la razón un par de veces".
SM.

🔥 Charlotte 🔥

Una vez que logro despertar, me encuentro completamente a oscuras. A tientas camino hacia el baño, encendiendo las luces a mi paso.

Observo mi reflejo en el espejo, y los recuerdos de la madrugada logran sacudirme totalmente.

Siento las manos de esos demonios sobre mí, por lo que me remuevo asqueada, y nuevamente asustada. Apoyándome sobre el lavabo, mojo mi rostro y brazos, intentando dejar atrás ese horrible recuerdo. Una vez más, me miro al espejo y encuentro mis ojos hinchados, más azules que lo usual. La mujer frente a mí luce más apagada que de costumbre, pero descansada como hace mucho no me encontraba. No luego de una pesadilla como esa. Y todo esto gracias al niño bueno de los Balzaretti. Al chico de oro que no rompe ni un plato. Tenía que admitirlo, Rafael era un buen hombre. Uno de los pocos que existen. Aún recuerdo su toque gentil en mi espalda, y el dulce sonido de su voz, arrullándome con su nana italiana para bebés. Cubro mi cara avergonzada al recordar como le pedí que se quedara, que no me dejara. Supongo que el terror fue más fuerte que mi propio orgullo. Porque jamás hubiera permitido que el me viera así: derrotada, hundida en mi miseria. En el pasado. No permitiría nunca que alguien viera lo que hay detrás de la imponente portada de Charlotte Evans. Ellos no lo entenderían. Solo el ángel rubio ha sido capaz de permanecer a mi lado durante tanto tiempo. Ver cara a cara a los monstruos que habitan en mí, y simplemente ahuyentarlos. Ser mi propia espanta pesadillas. Mi puerto seguro.

Aunque Rafael haya actuado noblemente conmigo, debería hablar con él, pese a no querer hacerlo. No podía arriesgarme a que él sacara sus propias conclusiones, o decidiera compartir lo que vio con alguien más. Y por supuesto, le pondría fin a la guerra de coqueteos que yo misma había iniciado. Esa en la que él poco a poco había estado cediendo. Eso no podía ser. Porque por más que él se esfuerce en demostrar su insolencia y desconfianza hacia las mujeres. Aunque argumente de forma clara su descontento, podría llegar a confundirse.  Todos podríamos hacerlo. Y  eso nos jodería a todos. Rafael no es para mí, y yo no soy para nadie.  Él es demasiado bueno como para cargar la mierda que representa alguien como yo; y yo soy lo bastante jodida para no querer dejarle acercar.

A sabiendas de que debo enfrentarlo tarde o temprano, decido darme una larga lucha. Mientras me coloco las bragas sin dejar de darle vueltas al asunto, mi celular suena sacándome de mi trance.

Hola guapa. ¿Sexo hoy?

Sonrío ante el mensaje de André sin poder evitarlo. Conciso y al punto. No tardo en teclear una respuesta positiva, y me encojo de hombros. Lo siento, Rafael. Tendremos que hablar luego. El deber llama.

Paso por ti en media hora, espérame desnuda.

Largo una carcajada ante el mensaje de André, y niego divertida. Vaya abogado me he liado. Incentivada por su mensaje, decido idear un nuevo plan para subir los ánimos. Luego de vestirme; si es que podía llamarlo de esa manera; dejé que mi cabello fluyera libremente con las suaves ondas de la noche anterior. Estando lista, compruebo el contenido de mi bolsa y salgo de la habitación, notando lo silencioso que está todo. Al llegar a la cocina tomo una manzana y le doy una mordida, para no ir con el estómago vacío. Uno nunca sabe en qué momento puede colapsar luego del sexo. No quiero irme en vez de venirme.

—¿Vas de salida? — pregunta una voz tras de mí, sobresaltándome.

—Carajo, hombre. Casi sacas la mierda de mí— mascullo agitada, haciendo reír al imbécil de Alexander Balzaretti.

Prender fuego a la lluvia [en PROCESO Y CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora