Capítulo 2. No elegí esto

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Capítulo 2. No elegí esto 

"El tiempo te enseña que tarde o temprano; el jamás y el nunca; son una provocación para el destino". 

S.M


Nunca imaginé que luego de la crisis nerviosa que sufrí, podría retomar mi vida con semejante normalidad. Después de haberme encerrado el primer día; atrincherada presa del pánico por si esas bestias irrumpían en mi casa; me obligué a salir. Admito que cuando asomé mi nariz hacia el exterior, temí que alguien me la arrancara de un mordisco o algo parecido, pero para mi fortuna no fue así. En el momento en que por fin me atreví a sacar todo el cuerpo, una extraña sensación de seguridad me inundó. Puede que fuera porque me obligué a tomar mis antidepresivos y mi medicinas a la hora correspondiente, acompañados de una comida rápida que me forcé a tragar para no tener el estómago vacío; o probablemente el hecho de que sabía que ella estaba pendiente de mí. Sí, tal vez estemos a miles de kilómetros de distancia, pero aun así puedo sentir su cálido brazo envuelto en mí, como un aro que me rodea el cuerpo volviéndome invencible. O al menos, lo suficientemente inaccesible para los malos. Bueno, los más malignos al menos.

Los primeros días a pesar de sentirme protegida por su tentáculo invisible, asomaba mi nariz primero a la calle y tiraba un puñetazo al aire, sólo por si acaso. Me dije que nadie esperaría semejante golpe sorpresa y estuve en lo correcto. O al menos no había ningún pervertido afuera de mi puerta esperando desangrarme. Sólo mi horrible vecina a la cual casi le causo un infarto al zumbar mi puño cerca de su rostro. Así que después de eso me relajé un poco. Continué con mi rutina como normalmente lo haría; aunque evitando lugares muy concurridos en donde no podría distinguir ni a mi sombra, y callejones oscuros o calles poco transitadas como si tuvieran la peste.

Y mi vida continuó. Me sentía tranquila, confiada y segura. Sospechosamente segura. Me tomó muy poco notar que algo; o más bien, alguien; me acompañaba a cada paso que daba. Primero creí que era mi locura normal. Luego me pregunté si algún espíritu chocarrero se había compadecido de mí y había decidido ser mi guardián, pero muy pronto esas teorías fueron desechadas. No se trataba de ningún espíritu, por supuesto que no. Como todas las cosas buenas y malas en la vida sólo se trataba de humanos. Humanos silenciosos y escurridizos que todavía no pude conocer. Porque eran más de uno. Así que hice lo que cualquiera haría en mi lugar: salí en la captura de los fantasmas.

De forma tranquila y cambiando mi nueva normalidad, decidí visitar el centro comercial al que acostumbraba, del cual no me resultaría complicado huir si algo andaba mal. Y vaya que algo siempre puede salir mal cuando se trata de mí.

Así que después de caminar observando los aparadores, comencé a ir más rápido, escabulléndome entre la multitud. Sentía mi ansiedad golpeándome la punta de la lengua, así que después de unos minutos de actuar como una demente, entré en una de mis tiendas de lencería favorita. Para mi suerte, estaba a rebosar de mujeres. Perfecto.

—¡Charlotte! ¡Que gusto verte por aquí!— me saluda una de mis dependientas favoritas. Le sonrío disimulando mis nervios y ella me da dos besos en la mejilla, ajena a todo. —¿Buscas algo en especial?— pregunta sonriendo enormemente, con demasiado entusiasmo. Como si fuera para menos. Soy de sus mejores clientas. Prácticamente aquí gasto mi sueldo. Adoro lucir hermosa en lencería que se siente como terciopelo.

—Quiero algo explosivo y peligroso— respondo en voz alta, notando sutilmente la figura enorme de dos hombres que no conocen la palabra disimulo.

—Lo tengo. Vuelvo enseguida, querida— asegura la eficiente Tami alejándose con demasiada agilidad en esos tacones de infarto. Así que, como quien no quiere la cosa, rebusco uno de los escabrosos conjuntos tomando mi tiempo, preparando el terreno. Después de unos segundos de una verdadera sutileza, logro rodearlos hasta quedar a sus espaldas. Vaya que son grandes. Rubio y castaño. Los escucho cuchichear sobre que perdieron mi ubicación así que decido asustarlos al puro estilo de Ámbar Williams.

Prender fuego a la lluvia [en PROCESO Y CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora