Kyler

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Fiestas en otras casas: si.

Fiestas en casa: no.

Reuniones en casa: si (máximo veinte personas)

Toque de queda en fin de semana: no.

Toque de queda en la semana: 12:00 (diez minutos de margen)

Alcohol: fin de semana y con moderación.

Cigarrillos: me caga, pero es una batalla perdida.

Drogas: jodidamente no.

Sexo: no quiero enterarme de eso, pero es su cuerpo y tiene derecho sobre él.

Instituto: pues que vaya, al menos tres veces a la semana.

Esa, es la lista que me llegó. A mis veinte años, mi futuro dependía de poder hacer que una tía de diecisiete posiblemente muy mimada cumpliera todo esto.

Estaba seguro de tener un golpe de suerte. Hace unas pocas semanas estaba seguro. Por puras casualidades de la vida, un entrenador que trabaja en la universidad de la ciudad me vio jugando al fútbol con unos amigos en un parque. Tonteábamos, pero le pareció ver potencial en mí. Luego me enteré que había salido a correr, a hacer su carrera habitual, muy lejos de casa, porque el hombre tiene un estado físico demoledor para sus cincuenta y dos, y lo mantiene. Se quedó mirando, me dio su tarjeta, y me dijo que si me interesaba jugar que lo llamara.

Mi vida desde que terminé el instituto es un trabajo de mierda tras otro mientras trato de mantenernos a mi madre y a mí, en un barrio de mierda y una casa de mierda. La posibilidad de salir de ese bucle que prometía durar el resto de mi vida casi me derriba al suelo.

Llamé al tío, me citó a la universidad en la que trabaja, me dio una oportunidad de entrenar con su equipo. Jugué, le gusté más, empecé a tener esperanza. Él comenzó a tratar de conseguirme una beca deportiva, le dijeron que si con una condición. Él se haría responsable personalmente de mí, y de vigilar que no fuera un desastre. Para estar en el equipo necesitas un promedio, tengo que cumplirlo. Lo prometí, joder, habría considerado hipotecar algún órgano. Era una oportunidad, salida de la nada, solo tenía que estudiar y ya. Tenía buenas notas en el instituto y creo que por eso me consideraron, un punto a mi favor. Michael, el entrenador, habló mucho conmigo. Preguntó por mi situación y se interesó mucho por mí. Ya casi estaba todo listo, entraría en el segundo semestre. Y todo se fue a la mierda. A él lo llamaron de un equipo de profesionales para que fuera su entrenador por seis meses, porque el que tenían tuvo un problema de salud, y él sería un suplente más que bueno. Muchas veces lo había escuchado mencionar que le gustaría meterse en el mundo profesional, era su sueño. Sabía que lo iba a tomar, y con eso yo lo perdía todo. Era lo lógico, pero de alguna manera es un hombre interesado, de verdad. Arregló las cosas, y llegó con este trato para mí. Él volvería a principio del siguiente año, se iría de gira con el equipo y los entrenaría a tiempo completo, pero volvería. Así que me ofreció una opción. Trabajar para él, con un buen sueldo, hasta que volviera, y él me metería a la universidad el año próximo. Hasta ahí pintaba bien. Me dijo que viviría en su casa esos seis meses, usaría su gimnasio personal para mantenerme en forma, tendría acceso a la universidad para ver como juega el equipo, y me pagaría, dinero que podría usar para mantener a mi madre, mientras vivo mantenido en su casa. Vale, cada vez molaba más. Luego, la condición para todo eso sería que cuidara a su hija de diecisiete años los seis meses que la dejaría sola...y hasta ahí llegó la suerte. Tengo que hacer de niñera de una adolescente de ultimo curso, que es básicamente la edad en la que más cabrones somos los seres humanos. Tengo que cuidarla, y conseguir que no se meta en líos por seis meses.

La lista que Michael me envió me deja ver algunas cosas. Primero, es un padre guay, moderno. Segundo, la tía debe ser sociable, por lo de las fiestas y reuniones. Y los cigarrillos, más su aclaración, me dicen que probablemente sea una rebelde. Su padre tiene mucho dinero, por su carrera estupenda en el mundo deportivo, y no le pone demasiados frenos, así que debe ser de las tías que creen que pueden hacer lo que les salga de los cojones y si le pones una regla la desafían solo porque sí. En resumen, lo llevo jodido. Pero hubiera entregado un órgano, así que pienso pelear jodidamente mucho por esta oportunidad. Razón por la cual llego a la puerta blanca y doble de la enorme casa lleno de determinación. Seré firme, una figura de autoridad, y pondré limites muy claros. Pocos, para que no se sienta asfixiada, pero claros.

Sistema de frenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora