Primeras noticias

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"A ese hombre le quiero besar la tristeza y el miedo para ver si entiende que lo quiero por lo que es y no por lo que pueda esperar de él".
— Elena Poe.

Hoy era la ceremonia de Brisa y Matías, los hijos de Dolores, por lo tanto esta de más decir que Casita era un completo caos.

Papa estaba nerviosa ante la idea de que la ceremonia de sus nietos salga mal, creando inconscientemente un tornado que se estaba llevando todos los Cactus de Isabela. Esto creaba la trágica probabilidad de que los presentes sean golpeados por una o más espinas.

Y si tenias la mala suerte de Agustín, un cactus completo te golpearía.

Ante todo esto Julieta estaba ocupada cocinando más comida para sanar a los lastimados por los cactus. Una tarea que se volvería muy agotadora sola si no tuviera la ayuda de Esmeralda, la novia de Isabela, y de Celeste quienes se encargaban, a parte de preparar la comida para la celebración.

Camilo y Mariano estaban ayudando a preparar a los mellizos, colocando un vestido y un pequeño traje a cada uno de los diablos. Dolores aparecería en cualquier momento para peinar a los niños, pues estaban reacios a que su padre y tío jueguen con su delicado cabello.

Mirabel se encontraba con su tío Bruno en su habitación.
Abuela había muerto hace un año, por lo tanto el cuarto que le perteneció a la antigua matriarca de la familia fue heredado a ella. Con un nuevo grabado donde se podía ver a la joven Madrigal sosteniendo la vela, que anteriormente le pertenecía a Alma.

Eso significaba que Mirabel era la matriarca de los Madrigal y hoy era la encargada de guiar a sus sobrinos hacia sus puertas.

Estaba más que claro que estuviera nerviosa, y su tío estaba junto a ella, acotando que nada podría salir mal porque él lo vio en sus visiones. Pasándole todas las planchas verdes para que ella lo vea con sus propios ojos.

Todo fue un gran descontrol hasta la llegada de los invitados, donde todos los Madrigal se obligaron a actuar calmados para no preocupar a los recién llegados ni a los niños.

(...)

Camilo se encontraba preparándose. Sus sobrinos fueron un par de demonios al tratar de cambiarlos, así que le tomo más tiempo de lo previsto, terminando en la situación de ahora donde se encontraba cambiándose de camisa y colocándose un chaleco amarillo con camaleones bordados.

Su esposa no se encontraba tan lejos, la podía ver desde el espejo batallando con cerrar el cierre trasero de su vestido.

Una sonrisa apareció en el rostro del cambiaformas al ver los intentos fallidos de su mujer en levantar la cremallera. Dejando que una risa salga de él cuando encontró la mirada molesta de su esposa a través del espejo.

— Necesita ayuda mi bella dama —habló bromeando mientras caminaba hacia ella y colocaba sus manos en la cintura de la joven; apretando y soltando cada tanto.

Un suspiro salió de Celeste una vez que se daba por rendida. En qué momento pensó que era buena idea pedirle a Mirabel que le haga un vestido con el cierre atrás y sin botones por adelante.

— Si amor —susurró la mujer mientras corría todo su cabello hacia adelante, dejando espalda y cuello descubierto.

Camilo cumplió con una sonrisa, cerrando el vestido de su esposa con facilidad y dejando un beso entre sus omoplatos. Una sonrisa pícara apareció en su rostro cuando vio el respingo que dio su esposa.

A través del espejo pudo ver como las mejillas de Celeste tomaban con color rojizo.

Fue el momento perfecto para fastidiarla.— ¿Por qué está tan tímida, mi Cielo? —sonrió descaradamente al ver como sus mejillas tomaban más color.— Solo son unos pequeños e inocentes besos... no serás una pervertida ¿verdad?

~Momentos~ Camilo Madrigal Y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora