Capítulo 13

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—Así que

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—Así que... ¿vas a ir al viaje?

La pregunta de Camilo me tomó por sorpresa. Esperaba que el tema del viaje no saliera en la conversación, porque todavía estaba pensando si iría o no. A pesar de que trataba de autoconvencerme y a veces lograba que el entusiasmo me ganara, todavía seguía sintiendo ese dejo de miedo y desconfianza.

—No lo sé. ¿Tú irás?

—Si tú vas yo voy.

—Me estás poniendo en un gran compromiso.

Camilo se rio.

—Eres con el que más me llevo, a los otros chicos apenas los estoy conociendo. Nos llevamos bien y todo pero tú eres mi amigo.

Su amigo.

Esa palabra me hizo sonreír. Nunca esperé que alguien me considerara su amigo.

—Supongo que no tendré opción, si no voy tú te perderás del viaje por mi culpa.

—Oye, sin presiones. La cuestión no es el viaje en sí, es pasar un buen momento juntos. Todavía faltan como tres meses, así que no te quemes el coco pensando en eso ahora. Decídelo más sobre la fecha.

Yo solo asentí, pero Camilo notó que su respuesta no me había dejado del todo convencido, así que trató de indagar para averiguar cuáles eran los motivos de mi indecisión.

—¿Qué es lo que te inquieta?

Me mordí el labio. No estaba seguro de querer abrir mi corazón y mostrarle mis inseguridades, pero al mismo tiempo sentía que necesitaba decirlo, quizás para caer en cuenta de que no era tan terrible como yo pensaba.

—Desde que murieron mis padres jamás me he alejado de mi madrina. Nos vamos de vacaciones a la playa todos los veranos, pero fuera de eso nunca salí de mi casa por varios días sin ella ni me quedé a dormir en la casa de nadie. Sonará estúpido pero quizás me provoca un poquito de ansiedad todo el asunto de pasar días alejado de mi base segura.

—No es estúpido —contestó él con firmeza—. Es un miedo que está dentro de ti y que te hace sentir mal, y nada que te haga sentir mal es estúpido. Los miedos de la gente deben ser tomados en cuenta porque son importantes, también son parte de nosotros. Lo que no debemos hacer es dejar que esos miedos nos prohíban vivir y disfrutar de las cosas buenas de la vida.

—Me he perdido de un montón de cosas buenas por no querer alejarme de mi zona de confort. Ni siquiera tengo miedo de que me pase nada a mí, ¿sabes? Me aterra que le suceda algo malo a mi madrina y yo no estar ahí para ayudarla.—Suspiré—. Me da miedo que ella me necesite justo cuando yo me voy.

—Sin querer estás volviendo a ponerte a ti en último lugar. Antoni, tu madrina es quien te ha protegido durante todos estos años. Ella ha sobrevivido todo este tiempo y ha sabido defenderse de las adversidades desde que tú eras pequeño. Además, ¿no te parece demasiado rebuscado que justo le pase algo cuando tú decides irte de vacaciones?

Me encogí de hombros.

—Así funciona la ansiedad. Te presenta panoramas catastróficos y trata de buscarle la vuelta para que la cosa más fumada cobre sentido.

Ambos nos reímos.

—Pero no puedes permitir que la ansiedad te controle para siempre. Debes tomar las riendas y... Ya sabes, mandarla al carajo.

—Bueno, pero suponte que a mi madrina no le pasa nada terrible. ¿Qué pasa si yo no me siento cómodo?

Camilo se puso frente a mí y me tomó por los hombros con gentileza. Pude ver esa sonrisa amable y su mirada noble, ambarina y clara sobre mí.

—Te vas. Antoni, siempre que no te sientas a gusto en algún lugar o con alguna persona, puedes marcharte. No tienes que soportar cosas si no te sientes bien. Ya eres un adulto que puede tomar un autobús de regreso a su casa. A esto me refería antes. Tú tienes el control, tú tomas las decisiones, eres el que manda, y si algo no te gusta, los mandas al carajo y te vas.

No pude evitar volver a sonreír. Camilo era realmente apasionado a la hora de dar consejos, y eso me encantaba, porque sentía que él realmente estaba diciendo las cosas desde el corazón. 

 

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Amor en talla XLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora