Capítulo 17

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La velada del viernes por la noche no había salido como esperábamos

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La velada del viernes por la noche no había salido como esperábamos. En lugar de estar comiendo porquerías y viendo televisión, Camilo había llevado sus apuntes y los dos llevábamos un largo rato estudiando, en completo silencio. Los exámenes nos habían tomado por sorpresa; habían llegado solo para arruinar mis planes.

En un momento, Camilo dejó los apuntes a un lado, se frotó los ojos con energía y se desperezó. Luego revisó la hora en su teléfono y me miró con cara de zombi.

—Son las ocho de la noche. Llevamos tres horas sentados estudiando, si no me muevo tu cama va a quedar con la forma de mi culo.

Solté una carcajada.

—Creo que es hora de parar. Me estoy muriendo de hambre.

—Y es viernes. Nadie se pone a estudiar de esta manera un viernes.

—Sí cuando tu primer examen es el lunes.

Él chasqueó la lengua.

—¿Quieres que pidamos algo? Hay una pizzería por acá cerca.

—Mi madrina no me deja comer porquerías.

—Tienes dieciocho, Antoni. Y es una ocasión especial. Estuvimos tres horas con la cara metida en los apuntes, lo mínimo que necesitamos es una pizza tamaño familiar y una coca. Si quieres puedo pedirla sin azúcar, y mañana temprano salimos a correr. ¿Qué te parece?

—Me convenciste con lo de la pizza tamaño familiar, lo demás lo vemos luego.

Él me enseñó su gran sonrisa de dientes blancos.

—Tengo la vista cansada, así que no quiero ver nada por ahora —le comenté.

—Estoy de acuerdo. Lo genial de ser estudiantes de filo es que tenemos un montón de temas para hablar.

—Tampoco quiero hablar sobre la filo. Creo que estas tres horas de estudio me dejaron el cerebro dañado. Mejor hablemos sobre lo mucho que le gustas a Mariana.

No sé por qué saqué el tema a colación. Ni tampoco por qué llevaba tantos días pensando en eso. Quizá porque Mariana no le sacaba los ojos de encima, o porque me comentaba cosas sobre Camilo como si yo me fijara en lo apretados que le quedan los jeans, o lo sexy que se ve usando cadenas en las muñecas. Me parecía genial, me encantaba su estilo, pero lo de Mariana ya era lascivo.

—¿Por qué quieres hablar de eso? —preguntó él.

—Bueno, porque no deja de hacer comentarios sobre ti, y parece que todo el mundo lo nota menos tú. A ella realmente le gustas.

—Me cae bien, me parece una chica genial, pero no me gusta de esa manera. Me gusta... Ya sabes, como amiga.

—Creo que lo que le gusta de ti es como te ves. Le gustan los chicos malos.

—Yo no soy un chico malo. Soy tan bueno como un gatito. Un gatito que escucha metal, toca la guitarra eléctrica y ama los guturales.

Ambos nos reímos.

—Bueno, pero ya sabes a lo que me refiero. A veces quisiera saber qué se siente llevar todas esas cosas encima. Me da la sensación de que te hace sentir poderoso y fuerte.

Entonces, él se deslizó sobre la cama para sentarse junto a mí. Se quitó una de sus muñequeras y la colocó en mi muñeca derecha. Luego se quitó una de las cadenas que tanto le gustaba a Mariana, y la puso en mi otra muñeca.

—Oh, espera, tengo algo más que de seguro se te va a ver genial.

Revolvió su mochila y sacó de ella un esmalte negro. Yo solo observaba maravillado mientras él lo abría y comenzaba a pintarme las uñas.

—¿Cómo te sientes? —preguntó mientras me pintaba.

—No lo sé, es raro... Nunca suelo llevar nada más que un reloj en mis muñecas. Tampoco me había pintado las uñas jamás. El esmalte está frío.

Él me sonrió.

—Nada de esto es mágico, amigo. Todo es cuestión de actitud. Puedes tener el look más genial pero si no aprendes a tener actitud no va a causar ningún efecto en la gente. Yo creo que te ves completamente genial sin nada de esto, pero también pienso que te ves genial si quisieras usarlo.

—Me vería como un osito con tachas.

Inmediatamente después de mi comentario, Camilo estalló en risas.

—Oye... —prosiguió él—¿Te molesta que Mariana te mencione cosas sobre mí?

Estuve a punto de decirle que sí, pero luego pensé que quizás sonaría extraño. Quiero decir, ¿por qué iba a molestarme que a una chica le guste mi amigo? O sea, es algo normal, ¿no? Y más cuando ese amigo es atractivo.

¿Pero y yo por qué estaba fijándome en lo atractivo que era Camilo? Al final estaba igual que Mariana. No es que Camilo me gustara, claro que no, pero era mi amigo, y me daba celos que Mariana quisiera acaparar su atención. No me gustaba que se acercara a él con segundas intenciones.

—En realidad no lo sé —concluí—. No debería molestarme, ¿no? Porque ella es una chica y tú eres un chico, y bueno... Esas cosas pasan.

—No siempre hay atracción entre una chica y un chico, Antoni —dijo con suavidad—. A veces hay atracción entre dos chicas o entre dos chicos también. No todo el mundo es hetero.

—Bueno, sí, tienes razón. Pero estoy muy seguro de que Mariana no es ni lesbiana ni bisexual, y tu...

Él solo me miró de soslayo, luego regresó la vista a mis uñas. Se formó una sonrisa extraña en su rostro, era como pícara pero tímida al mismo tiempo.

—Ya está. No vayas a tocar nada hasta que se sequen. 

 

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Amor en talla XLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora