Capítulo 25

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—Vete

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—Vete.

—Pero, ¿y Canela? ¿Quién va a cuidar de ella cuando tú trabajes y...?

—Vete —repitió mi madrina.

Resoplé.

Había aprobado todos los exámenes. Realmente no esperaba que eso sucediera, así que ya no tenía ninguna excusa para negarme a ir al viaje. Y a decir verdad, estaba algo entusiasmado.

—Si sucede algo, llámame.

—Ay, por favor, Antoni. Te vas tres días. No creo que pase nada interesante en tres días. Trata de relajarte. Vas a ir con todos tus amigos, con Camilo. Yo estaré aquí cuando regreses y tu casa también, descuida.

Hice un mohín.

—Eres tan graciosa.

Ella me sacó la lengua, luego me dedicó una sonrisa.

—Asegúrate de llevarte todo lo que necesitas. Lleva repelente y mucho abrigo. Ah, y los antialérgicos. Te los dejé en el cajón de tu mesita de noche. Voy a buscar la frazada polar que compramos, todavía está en su paquete.

—¿No crees que es demasiado?

—Nunca es demasiado. Sé que probablemente la casa de vacaciones de Mariana tenga algo de abrigo, pero son muchos y probablemente haga falta la ropa de cama, así que llévatela.

—Solo te voy a hacer caso porque tú tienes más experiencia que yo en esto.

Ella me volvió a sonreír, luego se marchó.

Descubrimos que Mariana tenía licencia para conducir. Sus padres le prestaron la camioneta y ella pasó a recogernos a todos.

Condujo durante dos horas y media, aproximadamente. Tal vez un poco más, ya que nos detuvimos en una estación de servicio para cargar algo más de combustible y comprar algo para el desayuno.

Esa mañana hacía un montón de frío, el cielo cubierto de nubes grises anunciaba que pronto iba a llegar una tormenta.

Cuando finalmente llegamos, había comenzado a lloviznar.

Mariana estacionó la camioneta en el garage y nosotros comenzamos a sacar todas nuestras cosas del maletero mientras ella abría la puerta.

La casa de aspecto rústico no era demasiado grande, pero era muy acogedora. Tenía una chimenea en una de las esquinas, que todavía conservaba un poco de ceniza. La cocina y el comedor estaban unidos, luego, en un pasillo estrecho, estaba el baño, y las dos habitaciones.

—Los chicos van a la habitación de la izquierda y nosotras a la otra. En el patio de atrás tenemos una barbacoa, así que podemos hacer algunas hamburguesas a la parrilla o carne asada. También hay una hoguera que armó mi papá el año pasado.

—¡Malvaviscos! —exclamó Bianca, entusiasmada.

Cuando entramos a la habitación, descubrimos que había solo dos camas. Cada una tenía una mesita de noche con una lámpara, y en medio de ambas, estaba la ventana, adoranada con unas cortinas de tul.

—Ellas se quedaron con el cuarto matrimonial, seguramente —dijo Benjamín. Sonaba un poco molesto.

—Seguramente porque sabían que nosotros no querríamos dormir todos juntos en una sola cama, genio —le contestó Camilo.

Jon estaba en completo silencio, y en ese momento supimos que debíamos resolver la situación de inmediato.

—Yo traje mi frazada, puedo dormir en el suelo. Le cedo mi cama a Jon —dije.

—Yo traje un par de sobres de dormir —añadió Camilo—. Cargué uno extra por si hacía falta, puedo prestártelo.

—¡Bien! Si ustedes se sacrifican por el grupo, entonces yo me quedo con una de las camas. Jon, te dejo elegir la que quieras.

—Derecha. Está cerca de la puerta —dijo Jon.

Cuando terminamos de acomodar la habitación fuimos al cuarto de las chicas. Ellas habían armado la cama matrimonial para las dos, y habían añadido un par de frazadas extra.

—Dos de nosotros vamos a dormir en el suelo, eso es injusto —dijo Benjamín.

—¿Y tú qué reclamas si te quedaste con una de las camas? —lo atacó Camilo.

—Oye, se supone que debes defenderme, no ponerte en mi contra.

Camilo hizo una mueca, las chicas solo se rieron.

Al llegar la noche, nos organizamos para preparar la cena. Mariana llevó un juego de mesa así que nos entretuvimos jugando hasta tarde mientras escuchábamos llover. Luego, cuando llegó la hora de dormir, nos turnamos para ir al baño, luego las chicas desaparecieron, y nosotros nos dedicamos a acomodar los sobres de dormir.

Los pusimos uno junto al otro, entre medio de las dos camas. Luego extendimos mi frazada para cubrirnos a ambos.

Admito que me ponía un poco nervioso estar tan cerca de Camilo. Quiero decir, estábamos prácticamente durmiendo juntos, lo único que nos separaba eran nuestros sobres de dormir, pero estábamos bastante cerca. Teníamos que compartir la frazada. Sé que no era la primera vez que dormíamos juntos, y que, de hecho, la primera vez fue en su cama de una plaza, pero en ese momento me quedé dormido tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de sentir nervios.

Benjamín se quedó dormido de inmediato, luego le siguió Jon, que a pesar de no estar en su espacio, logró conciliar el sueño pronto. Nosotros dos todavía estábamos despiertos. Camilo estaba viendo algo en su teléfono y yo solo... bueno, solo estaba mirando el techo. Extrañaba mi cama, y a mi gata y a mi madrina, pero no era tan terrible como esperaba. De hecho estaba bastante tranquilo.

—Hey, ¿estás bien?

Escuché la voz de Camilo susurrándome.

—Sí, sí. Solo estoy desvelado.

—¿Es muy incómodo el piso?

—Nah. Bueno, la verdad sí —me reí—. Envidio a los chicos. Pero estoy bien, esta es toda una experiencia.

Escuchamos a Benjamín roncar. Sonaba como un enorme oso rugiendo en medio del bosque. Los dos soltamos una carcajada que de inmediato intentamos contener, para no despertarlos.

—Esta será una noche larga —comentó Camilo.

—¿Por qué nadie nos dijo que Benjamín tenía un monstruo adentro?

Camilo reprimió otra carcajada.

—No estoy seguro de que él sea consciente de eso. Debe ser de esa gente que no admite que ronca como un animal.

Y de nuevo comenzamos a reírnos.

—Basta, los vamos a despertar —dije.

—Tú empezaste —respondió él.

Y entonces, otro estruendoso ronquido nos hizo estallar en risas.

Y entonces, otro estruendoso ronquido nos hizo estallar en risas

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Amor en talla XLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora