Capítulo 28

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Se burla de ti

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Se burla de ti.

Solo quiere tomarte el pelo.

Solo quería ver cómo reaccionabas.

No fue más que una broma.

Mi cabeza no me dejaba en paz. No me había dado tregua desde que llegamos del viaje. Todo había estado bien, incluso me atreví a festejar porque finalmente había logrado vencer a la voz en mi cabeza, pero había regresado, y esta vez más fuerte que nunca.

Como era de esperarse, evité a Camilo todo lo que me fue posible. Él intentó hablar conmigo en muchas ocasiones, incluso me llamó y me envió mensajes de texto, pero yo no estaba listo. Sobrepensaba tanto las cosas que pasaba de sentirme confundido a sentirme molesto en una fracción de segundo. Me machacaba a mi mismo como si esa maldita voz cobrara vida y estuviera sentada junto a mí, intentando convencerme de que, una vez más, la persona que yo creía mi mejor amigo se había burlado de mí en mi propia cara. Estaba disgustado, triste y confundido. Y sí, a pesar de todo, lo echaba de menos.

En ningún momento me detuve a pensar que quizás lo que Camilo me había dicho era cierto. Y es que simplemente era algo que yo no creía posible. Se trataba de mi autoestima, obviamente. ¿Alguien como él iba a gustar de alguien como yo? ¡Por favor! Esas cosas no pasan, no en mi mundo, en mi pequeña burbujita donde todo parece estar en mi contra siempre.

Sí, a veces mi inseguridad me hace ser bastante tonto.

—Antoni, espera.

Camilo me interceptó en la entrada de la universidad.

—Estamos en hora, si no nos apuramos vamos a llegar tarde.

Me tomó del brazo y me jaló hacia él para detenerme.

—Me importa un carajo, necesito hablar contigo.

—Yo no... No quiero. Si esto es un chiste para ti está bien, pero para mí es...

—Deja de decir tonterías. ¿Cómo crees que voy a bromear con algo así? No seas estúpido, Antoni.

Abrí los ojos de par en par. Era la primera vez que Camilo era rudo conmigo. Supongo que esa fue su táctica para llamar mi atención, y vaya que lo había conseguido.

—No sé qué tanto quieres decirme. No solo sueltas algo como eso sino que ahora me llamas estúpido. Pues perdóname, lo siento por dudar, pero no es algo muy realista que digamos, ¿sabes?

Él suspiró, mientras se pasaba la mano por el pelo.

—¿Podríamos ir a hablar a algún sitio un poco más tranquilo? No tengo ganas de que todo el mundo escuche nuestra conversación.

Acepté. No sé por qué, ni cómo lo hice. En otras circunstancias me estaría muriendo de ansiedad por faltar a clases, pero ahora sentía como si me hubieran inyectado adrenalina. Así que me subí a su moto y nos fuimos hasta un café que estaba bastante cerca de la universidad. Un recobeco poco concurrido, pero suficiente para brindarnos la privacidad que estábamos buscando.

Amor en talla XLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora