Capítulo 23

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Cuando llegué a casa esa tarde, sentí el aroma a comida desde la entrada

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Cuando llegué a casa esa tarde, sentí el aroma a comida desde la entrada. Mi madrina estaba preparando algo en una cacerola que olía riquísimo.

—Oh, hola, cariño. Llegaste más temprano de lo que esperaba. Estoy preparando el estofado con alubias que te gusta. Si no tienes planes pensé que esta noche podríamos cenar juntos y mirar algo.

—Suena genial —contesté con una sonrisa, luego de quitarme la mochila y dejarla sobre el sofá.

—¿Cómo estuvo tu pijamada con Camilo? ¿Estudiaron algo con los chicos?

—Algo, sí. De todos nosotros creo que el más responsable es Jon. Él estuvo estudiando todo el rato.

Me senté en uno de los extremos de la mesa, de frente a mi madrina. Ella parecía concentrada mientras preparaba la cena, pero en su rostro sonriente había un secreto escondido. Uno que no me costó trabajo descifrar, porque mi madrina era un libro abierto cuando se trataba de sus sentimientos.

—Te extrañé mucho. Extrañé pelearme contigo por Canela.

—¿Canela? ¿Así le pusiste?

Ella asintió.

—Por sus pequeñas manchitas marrones sobre su cabeza. ¿Te gusta?

—Creo que le va bien. Canela. Suena lindo.

Los dos nos quedamos en silencio durante unos momentos. Ella revolvía la alacena en busca del arroz, luego le echaba un vistazo al contenido de la cacerola. Yo la observaba atento. Sabía lo que pasaba, y no me gustaba que estuviera pasando. Mi madrina fue mi mejor amiga cuando yo era invisible, cuando nadie me quería, cuando no había un espacio para mí en el mundo. Ella me veía, me apreciaba y me quería. Ella fue la que me mantuvo a flote aunque sintiera que se estaba hundiendo. Y ahora las cosas habían cambiado, y quizá por el entusiasmo de la nueva etapa olvidé por completo que tal vez, para ella también podría ser un cambio difícil.

—Lamento haberte dejado de lado —dije de repente. Ella se volteó para mirarme a los ojos. Seguía sonriendo, pero aquella sonrisa no era de felicidad—. Creo que me emocioné demasiado con todo el asunto de la universidad y mis nuevos amigos.

—¿Qué dices? ¡Está bien! Yo me siento muy feliz de que al fin hayas podido hacer buenos amigos. No voy a negar que te extraño, pero supongo que yo también me dejé absorber por el trabajo. Además, no creas que esto es porque estoy tratando de hacerte sentir culpable. Hace tiempo no cocino, siempre pedimos comida y ya es hora de que comas algo de verdad.

Le sonreí.

—Admítelo, viste la caja de pizza en la basura el otro día y creíste que estaba comiendo demasiadas porquerías.

—Camilo y tú comen demasiadas porquerías. Él también deberían darle un plato de estofado de alubias.

Me levanté y le di un abrazo a mi madrina. Ella me estrechó con fuerza y me dio un beso en la mejilla.

—Estás creciendo demasiado rápido, Antoni. Te estás convirtiendo en un muchacho maravilloso y supongo que a veces siento nostalgia. Pero no te sientas mal, ni te prives de hacer cosas por mí. Disfruta de esta etapa, vívelo. Te lo mereces.

Esa noche cenamos juntos mientras mirábamos una serie de terror. Me di cuenta de que yo también la extrañaba mucho. Ella tenía muchas cosas que contarme y yo también tenía un montón de cosas para contarle. Mi madrina seguía siendo mi mejor amiga, mi confidente. 

 

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Amor en talla XLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora