Las cosas con los chicos habían vuelto a ser como antes. Mariana regresó al grupo de whatsapp, Bianca volvió a hablarme y las cosas siguieron su curso con normalidad. A pesar de que todos estaban al tanto de la situación, Camilo y yo decidimos decirles lo que estaba pasando, y en ese momento, cuando Benjamín soltó uno de sus comentarios, recordé lo que había dicho Camilo sobre que era un monstruo antipático con algunas personas. Lo noqueó en el primer round, y Benjamín ya no tuvo el valor de decir nada más sobre nosotros, ni sobre nada más durante el resto del día.
—Guau, sí diste miedo —comenté, mientras íbamos hacia la cafetería.
Él me dedicó una sonrisa de lado.
—Te aseguro que no va a comentar nada más sobre "maricas disfrazados" nunca más en su vida.
Sonreí.
—Menos mal que elegiste filo y no psicología.
Ambos nos reímos.
Luego de esa breve conversación, ambos nos quedamos en completo silencio.
Me di cuenta de que Camilo estaba un poco más callado de lo habitual. Él siempre tenía un tema de conversación; solía charlar sobre las series que veía, o sobre las clases. Pero esta vez me daba la sensación de que no tenía muchas ganas de hablar.
Lo estudié durante un rato. Quería descubrir qué secretos guardaba en su mente. Qué clase de cosas podía llegar a pensar alguien como él. Quería seguir conociendo más a Camilo, pero no a ese Camilo amable y gentil que siempre cedía y estaba de acuerdo con todos, quería conocer sus inquietudes, sus miedos, sus conflictos. Me interesaba aprender más sobre ese chico amable y misterioso que me había cambiado el mundo y me había robado el corazón, pero sabía que no podría saber nada de él con solo mirarlo.
—¿Qué tanto estás mirando? —me preguntó con una media sonrisa.
—Solo estaba pensando.
—¿En qué?
Apreté los labios.
—En algunas cosas. En todo este tiempo desde que nos conocimos tú siempre te comportaste amable y gentil conmigo. —Él solo asentía—. Me di cuenta de que tú hiciste muchas cosas por mí pero yo no he hecho casi nada por ti.
—¿Y qué te gustaría hacer por mí?
Me encogí de hombros.
—¿Qué te gustaría que hiciera? Puedes pedirme lo que quieras.
Él se giró hacia mí, para quedar frente a frente. Me dedicó una sonrisa, la más dulce que había visto, y me respondió:
—Me gustaría que fueras mi novio.
Me quedé en blanco.
Esperaba toda clase de peticiones menos esa.
—Lo siento —dijo. Su sonrisa se había esfumado.
—¿Ves? Lo estás haciendo de nuevo —le contesté.
—Es que tu cara me lo dijo todo.
Suspiré.
—Me tomas por sorpresa. Es todo. No estoy acostumbrado...
—Lo sé, no estás acostumbrado a que alguien esté enamorado de ti. ¿Eso ibas a decir?
No respondí nada.
Él se acercó a mí, acunó mi rostro con sus dos manos y me dio un beso.
—Está bien, Toni. Ya te irás acostumbrando.
Ahí estaba otra vez. Esa actitud condescendiente.
. . .
—Es mi culpa.
Mi madrina me miró con el entrecejo fruncido.
—Me da miedo preguntar el por qué.
Me llevé una porción de pastel de carne a la boca, y comencé a hablar con la boca llena.
—Yo siempre le digo que necesito tiempo, que necesito paciencia, y gracias a eso él cree que cualquier cosa que haga me va a provocar un ataque de ansiedad. ¡Pero yo también quiero saber qué es lo que él quiere! —exclamé, mientras la señalaba con el tenedor.
—¿Y se lo dijiste?
—¡Sí! Bueno... Más o menos.
—¿Y cómo esperas que él sepa lo que tú pretendes de él si no se lo dices? Además no le respondiste nada, así que probablemente él pensó que la respuesta a su pregunta era no.
—¡Pero no fue mi intención decirle que no!
Mi madrina se carcajeó.
—Entonces díselo, Antoni. Si no quieres que él sea condescendiente contigo, sé más claro y deja de espantarte como un pequeño ratoncito. Hace unos días me dijiste que habías hablado con Mariana y que ya nada te detenía para avanzar con Camilo.
—Sí, pero...
—No, no, aquí no hay peros que valgan. Si realmente quieres avanzar con él, deja de buscar excusas y solo... Avanza. No hay ninguna regla que diga que él tiene que pedírtelo. Tú también puedes hacerlo.
Estuve a punto de retrucarle, pero preferí no decir más nada.
En ese preciso instante fue que me di cuenta de que yo estuve en mi zona de confort durante toda mi vida. Siempre esperaba cosas de los demás porque me daba miedo tomar la iniciativa yo mismo. Sin embargo, me pasaba algo distinto con Camilo. No tenía miedo de que él me rechazara o me hiciera sentir mal, porque estaba completamente seguro de que él nunca haría algo como eso. Solo quería que el momento fuera perfecto, y yo era perfecto para arruinar los momentos que pretendían ser buenos. Supongo que era otro pequeño bache en mi vida que debía superar: el miedo a cagarla.
ESTÁS LEYENDO
Amor en talla XL
Teen FictionAntoni no tiene demasiadas expectativas cuando comienza la universidad. Está convencido de que su aspecto y su forma de ser siempre lo hicieron invisible. Pero esta nueva etapa traerá consigo un montón de sorpresas que tienen que ver con amistades e...