Avance de la segunda parte de RAIN.

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Para ti que has sido paciente. Muchas gracias.

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De niña siempre disfrute de las pequeñas cosas, como las flores, el olor a lluvia o incluso la tierra entre mis uñas. El quedarse en casa con el tocadiscos encendido y el olor a especias por toda la casa era mi vida.

Ahora...

Aquellos días solo son un recordatorio de que la felicidad es momentánea y no es para siempre. Aquella felicidad que teníamos nos había sido arrebatada por la persona que me había dado la vida y sido parte de ella.

Amelie, mi madre.

Los chicos salen corriendo a toda prisa, no sólo a causa de las dos camionetas que se acercan, sino también de la luz del sol.

Yo intento correr, pero no puedo hacerlo cuando Bunker no viene.

— ¡Bunker! — grito, todavía se encuentra buscando algo dentro de la camioneta.

No puedo dejarlo...

Corro en dirección hacia él.

— ¿Qué estás haciendo? ¡Tenemos que irnos!

Pero ya es tarde, dos camionetas nos rodean. Rápidamente de la mochila saco la bengala que me entrego Kaito, y la escondo entre los pliegues de mi gabardina.

— Ponte detrás de mí. — ordena — No hagas ni digas nada a menos que yo te lo diga.

Las camionetas apagan el motor y de ellas bajan tres hombres con palos en sus manos. El primero en hablar es un hombre con gafas oscuras y un mascada que cubre casi todo su rostro.

— Vaya, pero que tenemos aquí — dice hacia sus hombres —. Un hombre viejo y una niña delgaducha.

— Déjanos ir y no los mataré. — escupe Bunker.

Los hombres comienzan a reír.

— ¿Quién te crees para decirnos eso? — murmura uno de ellos.

El hombre de las gafas oscuras comienza a caminar alrededor de nosotros, como un depredador lo haría con su presa, solo que él no sabe que delante suyo hay un depredador más grande.

Se detiene frente a Bunker.

— Ya veo, son de Luviana. Vienen de los cielos grises y tierras lodosas.

Mi estómago se tensa.

— Así es, y cómo puedes ver no tenemos nada. — lo enfrenta.

— ¿Qué le pasó a la camioneta? — la señala detrás de nosotros.

— Es toda suya, pueden quedársela. Solo déjenos ir.

— Préstanos un rato a la chica y lo consideraremos. — los tres ríen, y los odio.

Mi cuerpo comienza a tensarse, y puedo sentir mis manos aferrándose a la pistola.

Bunker suelta una carcajada —: Claro, por supuesto. — Bunker me mira de reojo. — Ve, Brenna.

Mi pulso comienza a acelerarse.

¿Qué?

— Muéstrale a este hombre lo que te enseño Helena.

Suelto el aire de mis pulmones, asiento hacia él y doy un paso adelante.

— Que chica tan obediente, todas las mujeres deberían ser así de...

RAIN [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora