Capítulo 26.

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— Con esta madera será más que suficiente.

— ¿Segura?

— Muy segura, además, no creo que aguantes por más tiempo la carreta — digo apretando su brazo.

Dagan baja la carreta y va por mí.

— ¿Me estás diciendo débil?

— No claro que no, brazos de fideo.

Claro que no eran así, pero el molestarlo era una de mis cosas favoritas, más cuando escuchaba su risa y enarcaba sus cejas.

— Te voy a demostrar que no tengo brazos de fideo.

Me echo a correr pero Dagan es demasiado rápido y ya se encuentra cargándome sobre el hombro.

— ¡Bájame, bájame!

— Te llevaré así todo el camino

— La carreta, menso. — digo entre risas.

Logro soltarme de su agarre, pero me sostiene por las caderas y se queda mirándome tan fijamente que creo que se ha ido por un momento, así que chasqueo los dedos frente a su cara.

— ¿Qué ocurre?

— Nada, solo que me sorprende en este momento que estemos así.

— ¿Así? — frunzo el ceño.

— Sí, el que yo pueda tocarte sin ser extraño, el que pueda hacer esto. — planta un beso sobre mis labios —. Simplemente es algo que encaja perfectamente con lo que necesitaba.

Mi estómago siente rozar las alas de las mariposas que comienzan a alborotarse, subo mis manos hacia su cabello claro y lo dejo deslizar entre mis dedos.

— Apuesto que tu cabello brillaría si fuera tocado por los rayos del sol.

— De nuevo quieres apostar.

— ¿Qué hay de malo con las apuestas?

— Presiento que me quedaré sin camisetas — ríe.

— Ya veremos.

❃❁❃❁❃❁❃

Me despido de Dagan y lo veo marchar agitando su mano, me gusta estar con él, pero cuando no lo estoy me invade una serie de pensamientos que no debería tener acerca de nuestra relación.

Suelto un suspiro.

Grisel sale por la puerta poniéndose a mi lado.

— Dagan es encantador.

— ¿Qué? — abro mucho los ojos.

— Con ese cabello ámbar, esos ojos verdes, un cuerpo perfecto y...

— ¡Grisel!

— Solo digo lo que pienso, ahora tú dime lo que piensas.

— Creo que te falta un tornillo — me burlo.

— Ya, en serio. — Cruza sus brazos — ¿Qué es en lo que tanto piensas?

— En Dagan y... — me detengo.

— River. — termina ella.

Me tapo la cara con las manos.

— Brenna. — toma mis manos —. Yo no soy quién para juzgarte, si yo no lo hago tú tampoco deberías hacerlo.

— ¿Crees que lo hago?

Asiente.

— Eres demasiado dura contigo, creo que más que nada es miedo el que tienes, pero cuando se trata de amor ¿quién no lo tiene?

Jalo a Grisel y la abrazo. Hay ocasiones en que ella parece más madura que yo a pesar de que es más joven. Cuando éramos pequeñas yo lloraba por el simple hecho de que algunas de mis flores se les quebrarán sus pétalos de lo delicadas que eran, pero Grisel tan pequeña e inocente que era y lo sigue siendo ahora; las pegaba con pegamento al punto de escurrirse.

Era ese momento cuando paraba de llorar y veía a mi hermanita tendiéndome la flor casi inexistente sonriendo. Poco después salíamos a conseguir más y llenábamos frascos repletos de ellas para dárselas a mamá y al abuelo.

Sorbo mi nariz dándome cuenta que ya estoy llorando, Grisel acaricia mi espalda y susurra en mi oído —: Pero como se trata de esos dos, yo me arriesgaría aunque tuviera todo el miedo del mundo.

Ambas reímos y claro que Grisel tiene la razón, pero cuando se trata de mis pensamientos parece más complicado de lo que es.

— Anda vamos dentro, te prepararé una tarta.

— Mejor que sean dos.

— Con una condición — dice alejándose.

— ¿Cuál?

— ¡Deja de comportarte como una mariquita! — me agita por los hombros.

— No lo hago — resoplo.

— ¿Quieres apostar?

Grisel es mejor apostadora que yo, después de todo cual el chiste de hacerlo si no se arriesga.

RAIN [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora