♤ Capítulo 18 ♤

5.6K 243 35
                                    

"Los pecados de otro"

"Los pecados de otro"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dios...

Por favor...

Nathan me había dejado sin orgasmo ya unas cuatro veces y apenas podía concentrarme, estaba tan sensible que sentía que explotaría en cualquier momento, pero entonces el paraba y todo comenzaba de nuevo.

No servía de nada no tener puesta la venda cuando tenía la vista nublada por el placer puro que estaba dejando esa bala y Nathan apretando, mordiendo y lamiendo puntos erógenas de mi cuerpo.

Porque sí, el sabía exactamente lo que hacía.

- Por favor- Susurré cuando volvió a parar la bala. Sentía mi cuerpo ardiendo, desprendiendo calor y, sin embargo, mi secuestrador parecía guardar muy bien la compostura, sonriendo con ojos traviesos en mi dirección.

Su travesura no era inocente, para nada. En definición: malvada, sádica y pícara. Pero no podía sentirme especialmente molesta, no cuando recordaba que él tenía el control de aquello que me estaba torturando.

- ¿Por favor? ¿Qué deseas, pequeña? Dímelo y te lo daré, solo tienes que pedirlo- Decirlo en voz alta sería morirme de vergüenza- Tal vez deseas que esto acabe aquí, debe ser eso- Echó a un lado mis bragas, el simple roce de sus manos contra esa parte de mi anatomía me hizo sentir un escalofrío. Sentí como jalaba de algo y de repente la vibración había desaparecido.

"NO. NO. NO. NO. No es esto lo que quiero maldito, déjame acabar"

Estaba tan frustrada, quería que me hiciera llegar, lo necesitaba.

- ¿Necesitas ayuda para levantarte...?- Lo interrumpí besándole, sentí su sonrisa de triunfo en medio del beso y posteriormente se hizo con el control, mientras su mano delineó mi mandíbula. El beso era hambriento, mordía, lamía y chupaba mis labios dejándolos posiblemente muy hinchados. Se separó tras morder mi labio, acercandose a mí oreja.

- Si me dices lo que deseas te lo daré. Solo pídemelo, cumpliré tu orden- Su aliento en mi oreja y sus palabras fueron todo un incentivo. Pero las palabras para definir lo que quería no eran para nada dignificantes.

- Por favor, tú lo sabes- Susurré suplicante y él simplemente negó tomando en una mano mis mejillas, obligándome a mirarle a los ojos.

- Dilo- Lamió mi oreja, jugando con mi poco autocontrol.

Dudé, pero sentía como estaba tan necesitada de algún roce. Sus manos... ¿Por qué son tan grandes? ¿Por qué es tan jodidamente grande? Su prescencia era imponente, me sentía sometida ante cualquier orden justo ahora.

- Por favor, hazme llegar- Dije bajito, tapando mi cara ante lo que acababa de decir. Está bien, lo había dicho.

La respiración de mi contrario se había vuelto pesada y ante mi estupor, escuché el sonido de su camisa ser desabrochada. Automáticamente me giré evitando verlo. Le oí reírse y mis mejillas, ya ardiendo, aumentaron su tonalidad rojiza.

Nathan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora