"Las mentes intranquilas no pueden controlar las señales de su cuerpo"
Nathan había estado callado desde su regreso, parecía tranquilo e incluso contento, pero no estaba para nada hablador. Ahora se encontraba lavando los platos del almuerzo sin dirigirme ninguna mirada, yo por mi parte me encontraba ansiosa. Estuve todo el día esperando su regreso, odiaba el silencio que se formaba en este lugar cuando él no estaba.
Suspiré molesta conmigo misma, no debería ansiar nada que provenga de él. A veces me sorprendía queriendo su atención, lo que no debería ser así.
No, no debería.
Me estiré un poco y miré a las escaleras. No creo que se dé cuenta si me voy ahora, no considerando que está secando los platos y no me ha mirado.
Apenas me ha dirigido la maldita palabra.
Bufé levantándome para ir a mi habitación con una sensación de enojo en la que no tenía intención de ahondar.
- Quédate en el sofá Lori, ya voy contigo en cuanto termine esto- La voz de mi estúpido secuestrador me detuvo y, aguantando todos los insultos en mi garganta, me senté de nuevo.
"Maldito secuestrador idiota, estúpido Nathan" Le insulté en mis pensamientos.
No fue hasta que lo tuve a medio metro de mi que me di cuenta de que se aproximaba, su presencia calló mis pensamientos y miré sus ojos azules sin perder detalle de sus movimientos.
- Buena chica, hoy te veo algo molesta bonita ¿Sucede algo?- Sonrió él, poniéndose de cuclillas a un lado de mí.
No sucedía nada, lo que era frustrante. Tenía poca idea de porqué me encontraba tan molesta con él, podría simplemente exigir su atención, me había secuestrado para eso, sería demasiado fácil dejarme llevar por esos sentimientos que atormentan mi pecho y dejarme atrapar por los firmes brazos de mi secuestrador.
Tan sencillo darle lo quiere, tan cómodo... Pero no lo haría, no podía hacerlo, mis principios no me permiten darle vía libre a hacer lo que se le antoje conmigo.
No obstante, ya que estaba aquí, tomaría la oportunidad de tomar un poco y solo un poco de él.
Extendí mis brazos hacia él en una señal silenciosa, que aceptó pareciendo algo confuso.
No sabía por qué, pero tenía sueño.
- ¿Bonita?- Llamó y yo me dejé reposar en su hombro, jugando con la tela de su camisa y trazando figuras imaginarias algo adormilada.
- No quiero- Dije, sin ni tan siquiera yo saber bien a qué me refería.
- ¿Qué no quieres?- La pregunta esperada y me quejé molesta. Dejando de jugar con su camisa y apoyando mi frente en su pecho.
- Te odio- Expresé, sintiendo que se tensaba de manera apenas imperceptible- Te odio porque no puedo odiarte- Tal vez fuera una estupidez hablar de mis sentimientos tan abiertamente, pero no hacerlo tampoco me había servido de mucho. Había que probar otras maneras.
Nathan dió suaves caricias en mi espalda y tarareó un poco conmigo en brazos. Sus palabras lentas y aterciopeladas llegaron a mis oídos como un castigo divino:
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Nathan
RomanceFue irrefrenable, fuera de mí control. Él es un demente, un loco, cualquier cosa que puedas decir negativo de una persona. Y yo soy suya. Tengo dos meses, dos meses para ganarme su confianza y lograr escapar. Descubrir sus secretos en el proceso y...