Capitulo siete: Cilantro.

85 9 1
                                    

En la entrada del hogar nos esperaba una viejita con una sonrisa amigable, que saludaba principalmente a Nicolás.

— ¿Cómo ha estado mi niño?— Preguntó amorosamente, no pude evitar sonreír.

— Bien ¿y usted?— Se dejó besar la mejilla, pasando a su lado para adentrarse a la casa, lo seguí mirando a la mujer.

— Bien, ¿Y el niño que le acompaña?— Ay, me dijo niño.

— Joaquín, Eduardo Evans es mi abuelo.— Me presenté intentando no parecer pesado con la señora.

— ¡Don Eduardo!— Exclamó con gracia.— Si me contó que se había venido a quedar uno de sus nietos.

— El más lindo de todos pue'.— Comenté intentando parecer simpático.

— ¡Claro!— Se rió.— No me imagino como serán los otros.

Mi sonrisa se borró al instante, una carcajada limpia de parte de Nicolás no tardó en escucharse, vieja culia me está agarrando pal' webeo.

— Tch.— Chasquee la lengua, recibiendo la risa de parte de la señora mientras nos dirigía a la casa.

Me tapé la nariz al sentir de golpe un olor a gas insoportable, Nicolás tuvo la misma reacción mirando con preocupación a la señora.

— ¿Ha estado todo este rato aquí?— Preguntó.

— No, no.— Respondió.— El olor es insoportable, estaba en el patio.

Guardó silencio durante unos segundos.— Iré a ver.— Lo detuve al instante.

— No weon, que estay hablando.— El olor me tenía pa la caga, este weon estaba loco.

Me miró fijamente.— Voy a revisar primero.— Y siguió su camino.

Lo miré fijamente, con curiosidad. Para luego mirar a la señora a mi lado, ¿Acaso aquí no hay bomberos? Porque llaman al Nicolás.

Me devolvió la mirada.— ¿Quieres un vasito de jugo?

— Claro.— Respondí, notando como ella se iba hacia otro camino.

La seguí a paso lento, notando que había una mesa bajo los árboles, en ella había sentada una chica que tampoco conocía. Levantó la mirada, mirándome confundida.

— Mira Maca, él es el nieto de Don Eduardo.— Me presentó la señora.

— Hola...— Saludó son una voz suave, era bastante bajita, tenía el pelo y los ojos negros.— Macarena.

Se presentó, asentí haciendo lo mismo.— Joaquín.

Sonrío mostrándome los dientes, me contagió al instante, ya que tenía un pedazo de cilantro en ellos.

¿Le digo o no le digo?

— ¿Por qué vino?— Preguntó mientras yo recibía el vaso de jugo que me daba la señora.

— Acompañaba al Nico.— Respondió, a lo que la chica se levantó de golpe.

— ¡¿Está el Nico aquí?!— Exclamó.— ¡Pucha mami, hoy no me arreglé!

— Y a quien le importa.— Ahora me dió unas galletas, sonreí agradecido.

— ¿Dónde está ahora?— Preguntó peinando su pelo con sus manos.

— Adentro.— Iba a ir pero la detuve.

— Está viendo que hacer con el olor a gas, quizás cuánto tiempo habrás estado soportandolo, puede ser peligroso que vayas a respirarlo otra vez.— Dije, aunque no era como si creyera que fuera peligroso.

Huaso. [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora