Capitulo veintiséis: Jardinera.

86 11 0
                                    

— Relájate... Respira...— Hice lo que me pidió, mordí mi labio.— Así, bien, sigue así...

— ¿A-Asi?— Pregunté suavemente, con miedo de mirarlo.

— Con cuidado...— Murmuró, aceleré la velocidad con mayor confianza.— ¡NO NO, PARA WEON, FRENA!

Hice lo que me pidió al momento, frenando tan derrepente que hizo que casi se estampara contra el vidrio.

Me miró perplejo, sonreí intentando tranquilizarlo.

— Dijiste que me enseñarás con paciencia.

— ¿Paciencia? ¿Cómo quieres que la tenga si acabas de intentar matarme?— Preguntó Gabriel, seguí sonriendo.

— No te estreses Gabrielito, tú dijiste que lo harías, asume las consecuencias.

— Si hubiera sabido que esto sucedería, ni me hubiera levantado hoy.— Tapó su rostro con sus manos.— Olvídalo, yo manejo de vuelta. Le voy a decir al Nico que se encargue de enseñarte.

— ¿Y tú crees que no pensé en él primero? Él está ocupado, no puedo llegar y ocupar su tiempo como si nada.— Respondí.

— ¿Y eso que me importa a mí? No es cosa mía, yo aún quiero vivir.— Frunci el ceño mirándolo.— Cambiemos de asiento.

— No weon, déjame aprender, yo puedo. Confía.— Me miró durante unos segundos, para luego suspirar.

— Empieza suave.— Se agarró del asiento, negué sin borrar mi sonrisa.

Que exagerado.

Y eso que solo estábamos dando vueltas por el pueblo. No es para tanto.

Frené de golpe, haciendo que nuevamente casi se pegue contra el vidrio.

— ¡Pero weon!— Me reclamó al instante.

— Había un perrito cruzando.— Lo señalé, Gabriel suspiró asintiendo.— Indícame como llegar al trabajo del Nico.

— ¿Quieres ir?— Asentí.— ¿Para qué?

— ¿Acaso no puedo ir a ver a mi... Pololo?— Sonreí aguantando las ganas de tapar mi rostro por la vergüenza.

Luego de intentar calmarme, volví a mirar a Gabriel, que se había quedado callado. Mirándome con disgusto.

— Son desagradables.

— ¡Oye que onda! ¿Por qué tan envidioso?— No pude demostrar mi molestia, pues estaba demasiado feliz.

Mi pololo.

Me llevé mis manos a mis mejillas, sintiendo todo mi rostro caliente, junto mi cuello y probablemente todo mi cuerpo.

Parecía irreal.

— No quiero ir. Llévame a mi casa.

— Gabriel por la chucha, se supone que nos apoyas.— Frunci el ceño.

— ¿Y eso qué? Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Que los apoye no quiere decir que estoy dispuesto a sujetar la vela o tocar el violín.

— Eres el peor amigo del mundo, te odio.— Solté.

Se escuchó la risa de Gabriel.— Empieza a manejar weon, sigue derecho.

Sonreí satisfecho, sabiendo que me indicaría al trabajo del día de hoy de Nicolás. Siempre era así, me molestaba un rato, luego me dejaba hacer lo que quisiese, sin querer ya me estaba acostumbrando.

El tiempo estaba pasando rápido, pronto sería mi cumpleaños. Aún no le había dicho a nadie la fecha exacta.

Pues, nunca fui muy fan de cumplir años, en realidad, a ninguno de mi familia le emocionaban los cumpleaños, ni al menor de todos, que en realidad a él no le interesaba nada en la vida.

Con cuea nos saludábamos, lo único que podría recordar de mis cumpleaños, es la típica llamada de mi abuelo cantandome el feliz cumpleaños. Situación incómoda en la que nunca supe cómo escapar.

Seguí las indicaciones de Gabriel hacia el lugar, obviamente recibiendo varios retos de su parte por equivocarme al momento de doblar. Gracias a Dios que nunca pasaba mucho auto por aquí, si no ya hubiera ido al cielo y en consecuencia, me hubiera llevado a este pobre weon conmigo.

Vi el lugar a la distancia, sentí como mi corazón latía emocionado por verlo.

La verdad es que sólo anoche nos vimos, pero fue bastante breve, él recién llegaba del trabajo, fue a verme y nos sentamos juntos a ver las estrellas. Me contó su día, y me preguntó por el mío. Lastima que nunca tenía nada interesante que contar, pero aún así él me escuchaba atentamente.

Fui bajando la velocidad para mirar a los alrededores, era un viñedo, aún no sabía si me dejarían entrar a mirar, por lo que sólo pase por ese lado de la calle, buscándolo con la mirada.

Lo reconocí a la distancia, vistiendo una linda jardinera con un sombrero, me hizo querer sacar una foto.

— ¡Nico!— El grito de Gabriel llamó su atención, dejó lo que estaba haciendo, para acercarse al auto.

Camino a una velocidad prudente, mientras se sacaba los guantes y el sombrero, dejando éste colgando por la cuerda en su cuello.

— ¿Que haces aquí?— Preguntó.

— No me mires así, no es como si yo hubiera querido venir, tú pololo quería verte.— Me asomé por su lado, llamando su atención al instante.

— Hola guapo.— Le guiñe el ojo.

Sonrió, acercándose mucho más, dió la vuelta para quedar por mi lado de la ventanilla.

— Es un lindo día, ¿Quieres ir a pasear?— Coquetee.

— Está nublado.— Ignore lo que dijo Gabriel, él hizo lo mismo.

— ¿Dónde quieres llevarme?— Me siguió el coqueteo, recargandose en mi ventana, para acercarse a mí.

No aguanté las ganas de besarlo, de una manera bastante leve, como un pequeño saludo.— Dónde sea que quieras ir.

Me devolvió el beso, con mayor intensidad, lo recibí con gusto.

— Aún sigo aquí.— Me separé de golpe, sintiendo la vergüenza en todo mi ser, miré a Gabriel apenado, notando como él se tapaba su cara con sus manos.

— Ahora vengo.— Nicolás intentó irse.

— Espera.— Lo detuve.— Préstame tu celular.

Me miró confundido.— No lo tengo aquí, está guardado.

Miré a Gabriel.— Préstame el tuyo.— El chico suspiró sacándolo.

Abrí la cámara rápidamente, apuntando a Nicolás, quien me miraba extrañado.

— Sonríe.— Dije sonriendo también yo, suspiró obedeciendo.— Aléjate un poquito más.

Lo hizo, poniendo sus manos en sus bolsillos, sonreí.

— Cierra tus ojitos y sonríe aún más.

— Joaquín...— Murmuró.

— Yapo Nico, te ves bonito.— Insistí, mirando con advertencia a Gabriel, que aguantaba sus ganas de reír.

Nicolás suspiró por última vez, para hacer lo que pedía, posando rápidamente, con sus manos aún en los bolsillos de su jardinera, una sonrisa de oreja a oreja y sus ojitos cerrados.

Saqué varias fotos, hasta que él abrió sus ojos para mirarme, esperando que dejara de sacarle fotos, al notar que aún seguía, hizo el signo de paz para concluir la extraña sesión de fotos.

— ¿Listo?— Preguntó, ahora Gabriel rompió en carcajadas.— Ahora vuelvo.

Volvió al viñedo, sonreí abriendo la galería de fotos, viendo la cantidad de fotos que había sacado en solo ese pequeño momento. Todas me gustaban.

— Ni se te ocurra borrarlas, me las enviaré llegando a casa.— Le advertí a Gabriel, pasándole su celular.

— Ah... De verdad, espero que ustedes duren mucho.— Miró las fotos, son una sonrisa sincera.

— Lo haremos.— Afirmé, haciéndolo reír más.

Huaso. [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora