Capitulo diez: Amigos.

89 7 0
                                    

¡Pump!

Fue el sonido de la hacha al cortar los palos.

Había mejorado bastante, ahora por lo menos no era necesario que mi abuelo me estuviera vigilando para asegurarse de que no me fuera a dislocar la muñeca.

Se podría decir que en poco tiempo llenaría por completo la leñera y se acabarían los palos que cortar, eso ya era un logro para mí.

Desde que había llegado que mi madre no me llamaba, osea, si llamaba a mi abuelo pero se negaba totalmente a hablar conmigo.

Una de sus tantas excusas es que luego de que pasaran alrededor de 5 meses, hablaría conmigo directamente. Cómo otro método de castigo.

A decir verdad, tampoco era como si sintiera aquello como un castigo, literalmente lo poco que hablábamos era solo para regañarme, estaba acostumbrado a la manera que me trataba mi madre, pero eso no significaba que no me aburría.

Habían pasado alrededor de tres días desde el incidente de Nicolás, no habíamos vuelto a hablar, ni él se había acercado a hablarme ni yo a él a menos que fuera muy necesario.

Por otro lado, mi abuelo tampoco había preguntado al respecto.

Gabriel por otro lado, me lo he vuelto a encontrar varias veces, en su propia casa, ya que he ido a darle una que otra vuelta a Evans, para que no se aburriera ahí.

Normalmente lo hacía Nicolás, pero como mi abuelo me vio ir la última vez, me dejó aquel trabajo a mí en vez de a él.

Suspiré con cansancio, ya no quería seguir picando leña, por lo que simplemente me dirigí al baño para darme una ducha rápida para quitarme el sudor.

Al terminarla, no me seque ni el pelo cuando ya me dirigí a los establos.

Pronto anocheceria, había decidido venir a esta hora para evitar encontrarme con Nicolás, ya no me sentía cómodo con él.

Él me había dejado bastante en claro la última vez, no quería ser mi amigo ni mucho menos conocerme, por lo que simplemente respetaría aquello.

No era como si ya no estuviera acostumbrado a no tener amigos, igual agradecía su actitud, me hizo recordar mi posición al venir aquí. Había venido como un castigo, no a hacer amigos, nunca estuvo en mis planes hacerlos.

Tampoco lo serán, ni hoy, ni mañana.

Suspiré mientras seguía caminando, eran por lo menos 45 minutos caminando, menos si me apresuraba, pero tampoco era como si estuviera apurado.

En el camino miraba los alrededores, sentía que jamás me cansaría de ver los árboles a mi alrededor, quizás estaba tan acostumbrado a no ver ni árboles cerca de mi casa que ahora pareciera como si estuviera viendo algo espectacular.

Una camioneta paso a mi lado, no le tome mucha atención a pesar de que hace rato no habían estado pasando vehículos por esta calle, dándome a entender que hoy me había demorado mucho más.

— Chu... Va a anochecer luego.— Murmuré solo.

A esta hora, dónde vivía si andaba solo lo más probable que me pasaría es que llegara un cabro culiao a robarme las zapatillas, me habría devuelto a mi casa, pero no me sentía en peligro.

O igual este lugar es peor que allá, quien sabe, lo averiguaremos.

Para mí sorpresa, un auto comenzó a andar a mi lado, siguiéndome el paso, la misma camioneta de antes.

Bajó la ventanilla que estaba a mi lado.— Joaquín.

Lo reconocí al instante, quizás hace cuánto tiempo que no escuchaba mi nombre salir por sus labios, seguí caminando.

Huaso. [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora