Capitulo veintidós: La calma.

88 11 0
                                    

— Te estaré enviando mensajes al celular de Nicolás, velos cada vez que puedas. Toma desayuno todos los días, no te levantes tan tarde. Come todas tus comidas, sin falta. No hagas rabiar tanto al viejo. Pórtate bien. Tú también enviame mensajes, puedo venir a buscarte cuando quieras.— Asentí a todas las cosas que me decía Ethan, sin poder evitar reír.

— ¡Weon, si no es pa tanto! Nos veremos pronto.— Exclamó ahora Arianna.— Cuídate Joaco, suerte.

Asentí viéndola subir al vehículo que los llevaría a la estación de buses, aún con Ethan abrazándome con sobreprotección, le di palmadas en la espalda tratando de tranquilizarlo.

— Tranqui weon, si voy a estar bien. Tú ya viste. No he estado mejor.— Comenté, él me abrazó mucho más fuerte.

— Si sé, pero me siento extraño, como si estuviera dejando a mi hijo a su propia suerte.— Golpeé su espalda, haciéndolo sobresaltar.

— No soy un niño.— Hizo un pequeño puchero.— Vete o si no te va a dejar el bus.

Asintió al fin dejándome ir, miré cómo se despedía de los demás con un abrazo mucho más corto, para luego subir al vehículo que era manejado por Nicolás con Gabriel al asiento del copiloto. Sonreí al momento de que crucé miradas con él.

Obviamente, mi sonrisa fue correspondida por él al instante.

Fui el primero en desviar la mirada, para agitar mi mano hacia mis hermanos como modo de despedida, ellos hicieron lo mismo, mientras el auto encendía para luego emprender viaje.

Sonreí mirando como él vehículo se alejaba de mí campo de visión, haciéndome sentir una sensación de incomodidad en mi pecho, como si aquellos días que había pasado con ellos, habían sido mucho más que todos los años que habíamos convivido en casa.

El sentimiento que sentía, no era para nada comparado al que sentí cuando me fui de allá. No tenía nada que ver con mi yo de hace solo unos meses.

Cuando llegué vine con un solo pensamiento a este lugar, dejarle la boca cerrada a mi madre, demostrándole que de nada servirá su castigo para quebrantarme.

En esos momentos, yo tenía completamente claro que solo me quedaría un año, ni más, ni menos. Luego volvería demostrándole que había ganado esa batalla.

Pero ahora no, me sentía así por el hecho de que yo no quería volver. Me sentía demasiado cómodo aquí, la gente me trataba bien, me cuidaban y todo era más relajado que allá.

Allá solo habían dos tipos de personas. Mi madre llegando estresada del trabajo, siendo citada al colegio de Javier por mala conducta, terminando el día en peleas y hasta yo llegando a recibir retos de su parte cuando yo no tenía nada que ver.

Pero tampoco la culpé, no había nadie en este mundo que la entendiera mejor que yo. Siendo el mayor debía soportarlo, nos tocó vivir y presenciar cosas que gracias a Dios, Javier no recuerda.

Nunca culparía a mi madre por como ha sido conmigo, siempre tendría mi admiración, a pesar de haber estado con mi padre hasta que cumplí los siete, era como ser madre soltera. Aquel hombre sólo llegaba a casa a dormir y comer.

— Vamos a comer, Joaco.— Escuché la voz de mi viejo, asenti para ir junto a él.

* * *

Miré el cielo en completo silencio. Me encontraba en el patio de mi casa, sentado donde siempre estaba en este tipo de días. Nunca me cansaría de mirarlo, el solo hecho de poder ver las estrellas me hacía sentir feliz.

Otra razón para quedarme.

Reí ante este pensamiento, bastante triste que dónde vivía no se podían ver las estrellas por la cantidad de smog que había.

Huaso. [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora