Drakey

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Draken no se queja, no lo hace, ama a su novio, demasiado que parece ser un mal para la gente alrededor, no era la primera vez que despertaba de esta manera.

—Mierda Mikey— gruñó observando como esa bonita cara de bebé chupa su polla con una maestría inigualable. Paso sus manos por esos cabellos, apretándolo.—Desgraciado, estoy seguro que no es la primera mamada que me haces antes de despertar.

"Pop" fue sonoro cuando Mikey soltó su pene, podía ver esos labios maltratados, la sonrisa traviesa que le dió indica que no, no es la primera.

—Ken-chin, eres cruel, cualquiera se despertaría feliz cuándo su pareja le hace una mamada.

—Estarian feliz si esa persona no intentará dejarme seco—le daría una probada de su propia medicina atrapó los brazos del mas bajo para levantarlo e invertir las posiciones, atrapó la corbata escolar que nunca usa para amarrar las manos de su novio. Mientras más se nueva más se ajusta a sus muñecas.

—ken-chin!— reclamo el menor, podía sentir como la pijama desaparece de su cuerpo.—Ken!— gimió al sentir un golpe, lo acabo de nalguear con tal fuerza que quedaría una marca muy profunda y no paraba.—ken!

Hizo oídos sordos hasta observar la piel del trasero, completamente llena de rojos con la marca de sus manos bien imprimida. Atrapó el lubricante, derramandolo por la raja, observando como el aro de carne se mueve por la sensación fría, hundío dos dedos, divertido al escuchar ese gemido, así siguió preparándolo, en tijeras, tanteando hacia arriba, abajo, apretando con fuerza la próstata de Mikey al punto en el que el contrario viera estrellas, con sus dedos.

Apretó la base, con uno de sus dedos tapo el orificio impidiendo que se corriera, abusando del punto G.

—Por favor, por favor Ken— gimió hundiendo más su rostro en el colchón, ruega por qué lo deje correse, no puede más siente que todo su ser tiembla, la electricidad recorre su cuerpo hasta dejar su piel echa de gallina.—Por favor Ken-chin, mhn!— callo su gemido con las sábanas, hundiendo su rostro por completo, había entrado de una sola estocada, haciendo que sus ojos viren.

—No, te vendrás cuando yo quiera— comenzó sus estocadas profundas, lentas, buscando llegar más profundo, su miembro era grande si pone su manos en el vientre de Mikey sabrá que sobresale, lo hizo, con su otra mano apretó la parte hinchada, observando como el cenizo se deja caer como peso muerto.—acabas de tené un orgasmo seco pero, yo todavía no me he venido.

—no puedo, no puedo Ken-chin— respondió agudo, con rapidez llorando, por qué ese gran miembro seguía enterrado dentro del él.—Ken-chin!

—No, habré las piernas mikey, o te dolerá— Podía escucharlo llorar, gemir, era demasiado para su pequeño cuerpo, eso le enseñará a respetar sus horas de sueño, a tener más respeto por su espacio personal.—No intentes huir— cambio la posicion a un lado, tomando una de las piernas para ponerla sobre su hombro mientras empuja la otra hacia abajo. Mikey era flexible, por ende no le dolía la extraña posición en la que lo ha puesto. Siguió dando en su ritmo, observando ese rostro tan perdido, su boca derrama saliva y sus ojos cerrados, mientras suelta lágrimas.— pero, a ti te gusta dejarme seco, es mi turno.

—No, ah!, Mierda! ken-!—Mikey se había corrido con mucha fuerza, haciendo que su propio semen callers en su rostro.
Draken se acerco a lamerlo con diversión sádica.

—Todavía falta, Manjiro.

—No! Mmfh!— Dió una estocada más profundo antes de soltar su semilla, dejando que Mikey después de mucho se corriera nuevamente, sus piernas tiemblan entre sus dedos, satisfecho de su azaña, saco su miembro.—Desgraciado, no siento la cadera.

—Deja de llorar, bien que te encanta cuando te llenó— se rió, poniéndose un pantalón para salir de su habitación e ir a buscar un vaso con agua en la recepción del burdel.
Cuando salió, pudo observar a las chicas mirarlo rojas.

—Kenny, eres todo un semental, pobrecito de Mimi, lo dejaras sin cadera.

—El comenzó, tía ¿tenemos pastillas para el dolor?

—si en la parte alta del estante, toma dale esta bolsa de agua caliente a Miki, lo necesitará.

Las demás chicas también le dieron cosas para su novio, volvió al lugar observando como Manjiro seguía atado a la cama.

—¿Una segunda ronda?

—no, no,no, no, ¡no te acerques animal!

—no te preocupes está vez traje más lubricante.

Especial de San ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora