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Otra noche sin dormir.

Cerrar los ojos representaba ver a Anna: desnuda, jadeante, entregada, siendo suya... y esas imágenes la torturaban de una forma que jamás creyó posible. Incluso más que cuando solo fantaseaba con ello.

De no haber sido por Kristoff y su estúpida idea de alterar su bebida para qué, según él, esa noche se divirtiera sin miramientos, sus bajos deseos no hubieran sido más fuertes que ella. No le hubieran nublado el juicio. Y no habría... técnicamente abusado de Anna...

-¡Maldita sea! -gritó, minimizando el volúmen con la almohada sobre su cara mientras una lágrima resbalaba por su rostro.

Todos los años que había desquitado su frustración sexual con otras mujeres, toda la temple, y la careta de buena hermana que había construido para encerrar la verdadera naturaleza de sus sentimientos... todo se había ido al caño...

-¿Qué voy a hacer ahora olaff? -le preguntó a ese muñeco de peluche que Anna le regaló cuando niñas, y al que tanto amaba. -Fingir amnesia parece que está funcionando. Es decir, a veces siento la mirada de Anna sobre mi, pero no ha habido ningún reclamo...

Tras su homólogo, suspiro con cansancio. Intentó, en varias ocasiones dormir, pero falló en todas las veces, así que, salió de la cama, bajó a la cocina por un vaso de agua y al subir, escuchó un quejido proveniente del cuarto de Anna. Dudo en acercarse, pero como hermana mayor, y única adulta tras la ausencia de sus padres por todo el fin de semana, tenía la responsabilidad de velar por la casa y su hermana.

Con manos temblorosas tomó el pomo de la puerta y con la mayor delicadeza que pudo, giró la cerradura, la cual cedió sin problema alguno. Cuando empujo suavemente la puerta, el quejido se convirtió en un gemido que la detuvo en seco. Luego otro que le acelero el corazon, y otro mas que la orillo a espiar cautelosamente en el interior de la habitación.

En medio de la cama estaba Anna, tratando de callar sus gemidos con una de sus manos, mientras que con la otra metía y sacaba un pequeño dildo rosa. Aquella visión género en Elsa una corriente eléctrica que golpeó cada punto sensible en su cuerpo, impidiéndole despegar los ojos de aquel excitante cuadro.

Sin embargo, el susurro de una simple palabra, le fue suficiente para reaccionar y correr hacia su cuarto, apoyar todo su peso contra la puerta cerrada tras de sí, tapar sus oídos con desesperación, dejándose caer hasta el suelo, permitiendo que las lágrimas fluyeran a mares mientras las voz de Anna martillaba su mente...repitiendo una y otra vez aquella excitante y cruel palabra en medio de su orgasmo...

-Elsa...



Quimera...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora